Redacción Guayaquil
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Hortensia Rodríguez espera en el portal de su casa, en Flor de Bastión. Está sentada junto a dos tanques de metal, pendiente de la llegada de uno de los vendedores de agua potable en tanqueros.
Al igual que ella, son muchos los moradores de esa populosa zona del noroeste de Guayaquil que esperan para abastecerse.
Atención de denuncias
Ecapag atiende las denuncias de la ciudadanía al 1800-003-003 o al 113 de las líneas celulares. Se deberá reportar el número de la placa y del disco del tanquero.
Según el artículo 13 de la Ordenanza municipal, las sanciones van desde la suspensión por 5, 15 y 180 días, entre la primera y tercera ocasión, en su orden.
Varios vecinos del sector pidieron que la Intendencia de Policía realice operativos de control por el precio del agua.
A fines de febrero próximo, varias cooperativas desde la Perimetral al oeste, contarán con agua por tubería en sus casas.
Interagua proyecta para fines de 2011 que todo Guayaquil estará cubierto con este servicio.Entonces, se cerrarán las bocatomas de Flor de Bastión.
Las nuevas instalaciones costaron USD 800 000. En 8 600 m². están distribuidos 14 surtidores.
Rodríguez confía en que esta vez el tanquero le cobre los USD 0,60. Ese nuevo precio fue anunciado el 27 de noviembre pasado por el alcalde de la ciudad,
Jaime Nebot. Lo hizo cuando inauguró las nuevas bocatomas de Flor de Bastión, construidas por Interagua y Ecapag.
Desde el 1 de enero reemplazan a las que estaban habilitadas en Puerto Azul, en el km 10½ de la vía a la Costa.
“El tanque de agua costará USD 0,20 menos, porque ya los tanqueros no se trasladarán desde la vía a la Costa. Ahora están mucho más cerca y existe un ahorro de combustible, más viajes y menos daños a los vehículos”, dijo Nebot.
Y anticipó sanciones para quienes incumplan con esta disposición. Por ello, invitó a la ciudadanía a que denuncien a quienes abusan con los precios.
Pero, en la práctica, la rebaja no ha sido así. Los transportistas del líquido continúan cobrando los USD 0,80 de siempre.
Juan Vera, con 15 años en este negocio, dice que continúa con el cobro de los mismos USD 0, 80. Ese precio se fijó hace años. “En la época de Lucio
Gutiérrez se firmó un convenio con la Gobernación. Allí se estableció el precio”.
Él explica los costos de operación en cada viaje. En sus cálculos, cobrando USD 0,80 por cada tanque alcanza a reunir USD 24 por viaje.
“De eso hay que descontar los USD 4 por el agua, 3 por chofer, 1 por ayudante y de 2 a 3 por combustible”. En estos rubros no están tomados en cuenta los gastos por mantenimiento del vehículo ni la alimentación. “En definitiva, lo que queda es muy poco”.
Kelvin Ordóñez, dueño de un tanquero que él mismo maneja, dice que los altos costos de mantenimiento no permiten una rebaja en el precio del agua. “Cada llanta cuesta USD 380 y un cambio, USD 100”.
Pero los vecinos de esa zona, que congrega a unos 270 000 habitantes, tienen otra opinión. José Espinales, del barrio Cordillera del Cóndor, dice que no se justifica que no rebaje el costo cuando están a menos de 1 kilómetro desde donde se proveen del agua.
No lejos de allí, en el Valle de la Flor, Margarita Ramírez tiene otra queja. Ella se enteró que los dueños de los vehículos quieren elevar a USD 1 el costo de cada tanque de agua.
Además, denunció que los carros no llegan con la misma frecuencia de antes. “Venían hasta 5 tanqueros al día. Ahora pasan a las 04:00, pero a esa hora resulta peligroso salir a esperar el agua”.
Una realidad similar viven Joffre Jiménez y sus vecinos del bloque 20 de Flor de Bastión. Él se trasladó a las nuevas bocatomas, para pedir a los dueños de los tanqueros que entren en el día.
En los exteriores de las nuevas bocatomas, una larga columna de carros espera su turno para proveerse del líquido. Hay mucho polvo y el ruido de las bocinas es persistente.
Antonio Orrala, trabaja por tres años transportando agua y cuenta que en las anteriores instalaciones de Puerto Azul se demoraban 10 minutos en cargar un tanquero. “Aquí parece que la presión es menor y se tarda de 20 a 30 minutos. Eso, más el tiempo de espera, que es a veces de una hora y media, disminuye las frecuencias”.
Otro conductor, Pablo Guaranda, además de la lentitud en la atención, se queja por la incomodidad. “Tenemos que hacer una fila de dos a tres cuadras y el tránsito de los demás vehículos se complica. Además, hay muchos rompevelocidades.
En la avenida principal, tres vigilantes de la Comisión de Tránsito intentan agilitar el tráfico. Pero sus esfuerzos no son tan eficientes por la cantidad de carros.