El área destinada para los cultivos permanentes y transitorios se redujo 13% entre 2000 y 2021. Esto es 329 709 hectáreas, equivalentes a 471 012 canchas de fútbol de 70×100 metros.
Esta caída se evidencia tras comparar los datos del III Censo Nacional Agropecuario (2000) y la última Encuesta de Superficie y Producción Agropecuaria (2021) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
En 21 años, Loja perdió 66% de suelos para cultivos permanentes y transitorios, correspondientes a 81 930 hectáreas. Eso la ubica como la más afectada del país. Para el análisis comparativo entre 2000 y 2021 se sumaron los datos de Pichincha y Santo Domingo y Guayas con Santa Elena, localidades que se provincializaron en 2007.Tomando esto en consideración, la dupla Guayas-Santa Elena es la que más hectáreas de suelos de cultivos sumó en estos 21 años, al pasar de453 983 ha en 2000 a 532 298 ha en 2021, un crecimiento del 17%.
Una de las provincias que más ha apostado a la agricultura en este período es Sucumbíos. En el período analizado, allí se han incrementado los suelos para cultivos permanentes y transitorios en un 327%, muy por encima del resto del país.
Tungurahua, ejemplo de la falta de planificación
Una de las provincias más afectadas por la pérdida de suelo agrícola es Tungurahua.
“El decrecimiento del espacio agrícola registrado entre 2020 y 2021 no alcanza el 1%, es relativamente bajo”, dijo Fernando Goyes, coordinador Zonal del INEC, en Tungurahua.
Pero al comparar la cifra con lo que sucedía en 2000, en esta provincia el suelo para cultivos permanentes y transitorios bajó 57%, correspondiente a 24 579 ha.
Goyes explica que la merma del espacio de cultivo se da por la falta de mano de obra, los altos costos de los insumos y el escaso capital de trabajo. A todo esto, se suma el envejecimiento de la población campesina, donde el 75,96% de los trabajadores tienen más de 45 años de edad.
Por otra parte, la urea, por ejemplo, antes costaba USD 25 y tras el conflicto entre Rusia y Ucrania subió hasta USD 55.
Xavier Valencia, experto en temas agrícolas y catedrático universitario, dice que la reducción de los cultivos permanentes obedece a la extensión de la frontera agrícola a los sembríos del maíz. “Cada vez hay más hectáreas de maíz porque muchos de los productores abandonan los cultivos perennes de café, cacao, banano porque los precios no son atractivos. Eso hace que haya el decremento de esos cultivos”.
Huertos abandonados
En el barrio Francisco Arias del cantón Cevallos, en Tungurahua, Amparito Bayas cuenta que allí la mano de obra escasea, lo que impide producir el terreno que heredó de su padre.
Son 3 700 m² que están abandonados y cubiertos con mala hierba. “Antes mi padre producía papas, alfalfa, maíz, pero a sus 75 años ya no trabaja”.
Otro de los problemas es que tampoco Bayas está dispuesta a arriesgar el capital de trabajo por los altos precios de los insumos, fertilizantes y abonos. “Hay el riesgo de cuando coseche y saque al mercado los precios estén bajos y pierda el capital invertido”, advirtió la agricultora.
En un recorrido que realizó este Diario por el cantón Cevallos se pudo constatar que una parte de los huertos frutales y terrenos, en donde anteriormente se sembraba maíz, papas, alfalfa y otros productos, quedaron abandonados.
Ahí una gran extensión de propiedad de Magdalena Cruz está abandonada. Ella decidió no trabajar en el huerto donde tiene más de 120 árboles frutales, entre claudia, pera, manzana y durazno debido a que no hay trabajadores. Solo en 500 de los3800 m² tiene un sembrío de alfalfa.
Edison Cobo, director provincial del Ministerio de Agricultura y Ganadería, reconoce que los agricultores de varios sectores cambiaron los cultivos de papas para dedicarse a la mora y fresa con los que obtienen mayores ingresos. Otros solo producen alfalfa porque no requiere de fumigaciones.
Estamos cambiando la matriz productiva y lo que los productores están haciendo es dedicarse a producir alimentos que generen más ingresos como la fresa y la mora. Más de 3 500 kilos diarios de los dos productos se venden en el país”, explica el funcionario.
Para Cobo, lo interesante es que los agricultores están asociados para el cultivo y comercialización de esos dos últimos productos. El cooperativismo les ayuda a encontrar mercados para que comercialicen sus productos a las empresas en forma directa y les paguen precios estables.
“Lo que debemos hacer es trabajar en la calidad, cantidad y frecuencia de los productos, porque eso es lo que requieren los supermercados en la actualidad”.
Esto ya es una demanda real por mercados como el europeo, por ejemplo, que empieza a pedir a los agricultores que sus productos hayan sido cultivados, cosechados y transportados de manera sostenible.