Sin desmerecer para nada todos los espectáculos de gran nivel que durante todo el año se presentan en el país, la presencia en Quito y Guayaquil de la Orquesta Sinfónica Académica Estatal de San Petersburgo se constituye en un acontecimiento musical muy importante, especialmente por la coherencia del repertorio.
En la Casa de la Música en Quito y en el Teatro Centro de Arte en Guayaquil, el público presenció a una orquesta sólida, un director y un pianista talentosos y unas partituras exclusivas de compositores rusos. Tan exclusivas, que incluso las obras presentadas fuera de libreto también correspondían a los grandes maestros de esa nacionalidad.
En Quito el programa comenzó con la obertura Russland y Ludmila, de Michael Glinka (1804-1857), un obra de seis minutos de duración, suficiente para abrir la expectativa de lo que venía a continuación.
El director musical de la Casa de la Música, Gustavo Lovato, en la charla previa al concierto había asegurado que lo que venía después de Glinka, es decir el Concierto para piano y orquesta N° 2 de Sergei Prokofief (1891-1953) sería un estreno en Ecuador. A los pocos días Gustavo aclaró que esa partitura sí fue interpretada.
La dirigióÁlvaro Manzano en la década de los ochenta, y el solista fue el talentoso pianista ecuatoriano Juan Esteban Cordero, un genio del piano que murió ahogado en un río por salvar a su mascota durante un paseo campestre.
El concierto de hace una semana, con el pianista ruso Maxim Mogilevsky, fue totalmente nuevo para mí. El segundo movimiento tiene tres minutos, el pianista fue un apasionado con el instrumento y el director de la orquesta trabajó con la precisión del más fino de los relojes. La forma sectorizada de dirigir del maestro Vladimir Lande fue notable, parecía que dialogaba con cada uno de sus músicos.
Hasta que sucedió lo más deslumbrante de la noche, la interpretación de los Cuadros de una exposición, de Modesto Mussorgsky (1839-1881) una de las obras más virtuosas de la música rusa. Es difícil evaluar qué grupo de instrumentos sobresalió, pero los de viento y la percusión -que generalmente se los ve en un plano secundario- esta vez brillaron por la perfección.
No era un estreno en Ecuador de esta obra que Mussorgsky escribió en honor a un pintor amigo suyo. Por si algunos no recuerdan, también en los años 80 se presentó en Quito la Orquesta Filarmónica de Nueva York dirigida por el gran maestro Zubin Metha, quien incluyó en su repertorio esta obra de Mussorgsky.
Tan coherente fue el repertorio, que para complacer la generosidad del público interpretó al final una obra de Shostakovich, mientras que Mogilevsky tocó‘El vuelo del moscardón’ en una interpretación para piano de la partitura escrita por Korsakov.