Es ahora o nunca, es el momento decisivo para buscar la definitiva madurez política. Los partidos y movimientos preparan su artillería, venden sus ideas al mejor postor y con mayor facilidad y urgencia ante la nueva compresión de cuál es la realidad del supuesto cambio. Apelan a todo tipo de estrategias para llegar a quienes serían sus firmantes para figurar en la próxima papeleta. Los partidos de siempre con sus tradicionales artimañas intentan rearmar sus líneas. Mientras, los más nuevos, creados por gente joven con metas diferentes, aplican nuevas estrategias de venta, herramientas de diseño más atractivas, frases llamativas. Pero el problema no está en la forma, sino en el fondo. ¿Terminamos de nuevo separados en mil facciones, con un voto dividido entre vanidades que pretenden ser atrayentes guiadas por la más personal de las ambiciones sin importar el futuro del país? O, tal vez, alcanza la sensatez para buscar la unión y cerrar el paso del ya viejo cambio de la línea verde.
Pocos proponen el bien del país, por eso creo en ellos. Saldrán a la luz, organizados para el largo plazo, no para la elección inmediata, que se viene y será reñida. La concertación está en desuso porque la intención y la palabra se desgastaron y nada se ha logrado. Los de antes deben dar paso a los de hoy y estos últimos tienen que probar que sus propuestas se basan en principios, que su organización es a futuro dejando atrás las mañas del pasado que han logrado infiltrarse para quedarse hasta en los que hoy ostentan el poder y hablan de cambio, cuando lo que representan es lo mismo de siempre pero bien disfrazado, encubierto de agresividad y separatismo que confunden.
Pero es en este escenario cambiante, violento, caudillista y populista, donde la ley sirve solo para algunos y la libertad ha sido coartada, donde la inseguridad es pan de cada día, que los ecuatorianos deberán encontrar una solución esperanzadora que vaya más allá de las ambiciones electorales y vanidades desmedidas, más allá de colores atractivos y grandes promesas imposibles de cumplir explayándose en campañas millonarias. Es de este tablero de posibilidades que nosotros hemos permitido, de dónde deberemos escoger el mejor producto, que se base en principios, sencillos como deben ser, ambiciosos porque alimentan las necesidades básicas del ser humano y suficientemente sinceros como para ser duraderos y con la estructura bien formada para soportar el embate de lo de siempre y tener la fuerza para seguir sin desfallecer.
Es ahora o nunca. Cientos podrán inscribirse logrando las firmas pero, nosotros, permitiremos su sobrevivencia. Ha llegado el momento de creer y decidir, el poder es nuestro.