Se suele decir que el país avanza hacia donde va su universidad. Basta escuchar a expertos, autoridades, científicos e investigadores serios (para que no se diga que son políticos partidistas y peor opositores como hoy se encasilla a todos los críticos) para saber el rumbo incierto de la universidad ecuatoriana, con el argumento de novelerías aprobadas sobre buenas intenciones pero en bases teóricas, apresuramientos e irrealidades.
Existe el clamor para que se abra un amplio debate de la realidad universitaria. Sin embargo, no existe eco en el sector oficial. La PUCE cuenta con un simposio permanente y por iniciativa del rector del IAEN, universidad estatal de posgrado reformada en esta administración, se convocó a una discusión académica sobre la ciencia, la tecnología e innovación. Participaron el anfitrión, el científico Arturo Villavicencio; los rectores de la Politécnica Nacional, Alfonso Espinosa; de la Espol, Sergio Flores, y otras autoridades, catedráticos e investigadores que aportaron al análisis. Pese a la invitación anterior y su aceptación, según se reveló, no concurrió el secretario de la Senescyt, René Ramírez, y también como autocrítica la ausencia de medios de comunicación, lo que refleja el poco interés en el tema educativo.
Parto del reconocimiento de avances logrados como los planes para contar con un amplio recurso humano formado mediante el programa de becas establecido por esta administración. Empero, en los temas estructurales de fondo, a partir de la aprobación de la nueva Ley de Educación Superior, vigente desde octubre 12 del 2010, existe incertidumbre, preocupaciones, trabajos inconclusos, legislación ampulosa, falta de reglamentos, incógnitas con el trabajo del Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad. Los plazos muy difíciles de cumplir, fijados en la Constitución y la Ley.
Si el concepto de maestrías se ha degradado, se teme que igual ocurra con la exigencia de contar masivamente con PhD en un plazo limitado. Críticas por preocuparse de temas irrelevantes como el número de doctores cuando los niveles de calidad no mejoran. Se establecieron, entre otros, cuatro peligros: la instrumentalización del conocimiento con estructuras jerarquizadas de imposición del poder y de control del conocimiento; la fragmentación de la universidad; la burocratización de las estructuras de investigación; y la noción de universalismo de la ciencia, con ejemplos a imitar sin evaluar la pertinencia en nuestra realidad.
En estas condiciones ¿cómo se va a evaluar a todas las universidades en los próximos meses en vista de que está por cumplirse el plazo de cinco años que da la Constitución, vigente desde el 2008? ¿Qué pasó con la Asamblea Universitaria, que debió elegirse al inicio del 2011 y recién despiertan, y otras tantas cuentas pendientes?