Recolectar firmas es la manera más absurda de limitar el número de partidos políticos. Además, crea espacios para la corrupción.
La idea central de exigir una cierta cantidad de firmas para registrar un partido o movimiento es limitar su número dado que, en general, las democracias con menos partidos funcionan mejor. Pero la peor forma de lograrlo es la recolección de firmas.
Gran Bretaña y los Estados Unidos han tenido históricamente dos partidos (Gran Bretaña está recién estrenando su tercero). En ambos casos, el escaso número de partidos en el Parlamento está conectado con la forma como se eligen los diputados. Esos dos países están divididos en distritos que eligen un solo diputado y, obviamente, gana el que más votos tiene. De esa manera, se fomenta fuertemente que los partidos grandes vayan al Parlamento.
Tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos pueden llegar independientes al Parlamento, pero son muy pocos. Así es casi seguro que habrá un partido con mayoría o, como en el último Parlamento inglés, que dos partidos creen una mayoría con relativa facilidad.
En Chile hay muchos partidos políticos, pero en el Parlamento funcionan dos grandes coaliciones. Esto lo lograron los chilenos gracias a su sistema “bi-nominal” en el que eligen a dos diputados por distrito. Como solo eligen a los dos más votados, es clave que se haga coaliciones para quedar en primero o en segundo puesto. Si no se agrupan, se quedan fuera.
En Alemania, para fundar un partido político se necesita siete firmas. Siete. Nada más. Y en el Parlamento alemán hay solo cinco partidos. De esa manera se respeta el derecho de los ciudadanos de asociarse para formar un partido, pero también se garantiza que en el Parlamento habrá pocos partidos y que será factible formar coaliciones estables.
La receta alemana para tener solo cinco partidos en el Parlamento (a pesar de tener más de 100 registrados), es que para acceder a una curul, el partido debe tener, al menos, el 5% de los votos totales. De esa manera, los partidos pequeños se presentan a las elecciones, pero no tienen diputados.
En Turquía funciona un sistema similar, pero con un mínimo del 8% de los votos. El resultado es que en su Parlamento hay solo dos partidos.
Antes de la revolución ciudadana “solo” se pedía firmas por el 0,5% del padrón para registrar un partido y eso ya era absurdo. Hoy se pide el 1,5% y es una locura. De esa manera solo los partidos grandes y organizados pueden recolectar las firmas necesarias. Y todo esto parece haberse prestado para la falsificación de firmas y quien sabe qué otras porquerías.
Claro que en un sistema tan presidencialista como el ecuatoriano, el Parlamento casi se ha vuelto irrelevante. Ojalá un Parlamento con menos partidos fuera más fuerte.