Tras la liberación del lunes se cierra uno de los más dolorosos capítulos de la historia de Colombia. Con la liberación de los 10 últimos militares y policías secuestrados por las FARC se cierra uno de los más dolorosos capítulos de la historia nacional.
Terminan largos años de horror para el país y, especialmente, para más de 500 familias, que vivieron en carne propia el calvario de ese número de uniformados encadenados en la selva. La negra noche comenzó con el ataque contra una patrulla en Pavarandó (Chocó) el 25 de agosto de 1996, cuando fueron secuestrados 12 infantes de Marina.
Cinco días después vendría la más cruenta toma, que señaló el principio del drama, como lo fue el asalto guerrillero contra la base de Las Delicias, en Putumayo, donde las FARC mataron a 31 militares y secuestraron a 60.
Lo que sigue es una trama de terror que marcó a Colombia como un referente mundial del secuestro. La guerrilla, en su sangriento recorrido por este cruel delito, ha cometido muchas tropelías. Las vergonzosas imágenes de los uniformados en verdaderos campos de concentración, entre alambrados de púas, mientras eran inspeccionados y humillados por Jorge Briceño, el tenebroso ‘Mono Jojoy’, le dieron la vuelta al planeta.
Claro está que también se la dieron los heroicos y extraordinarios actos de rescate, como los de la operación Jaque, donde, en un hecho de inteligencia y riesgo sin precedentes, les fueron arrancados de sus garras 15 militares y civiles, entre ellos la ex candidata presidencial Íngrid Betancourt. De todo se ha visto y sufrido en este vía crucis. Queda en la memoria la caminata de mil kilómetros del profesor Moncayo, encadenado, para exigir la liberación de su hijo, así como las blancas marchas nacionales.
Y, como los niños han sufrido el horror, es imposible no pensar en las jornadas del hijo del sargento José Libio Martínez, el pequeño Johan Steven Martínez, quien solo pudo abrazar a su padre en un ataúd.
No vamos a continuar esta lacerante descripción de brutalidades. Sin ignorar la historia, corresponde ahora registrar con alegría que 10 valientes héroes de la patria, quienes soportaron con dignidad tantos vejámenes, estén libres, sin las cadenas de la ignominia.
A las FARC no hay que darles las gracias, pues fueron ellas las únicas culpables de tanta infamia. Pero se debe resaltar que hayan cumplido su palabra y hasta hayan sorprendido con entregarlos a todos. La entrega de los secuestrados era una exigencia del país y del Gobierno como uno de los puntos para buscar la reconciliación. Pero ese grupo aún está en deuda. “Es un paso en la dirección correcta, pero no es suficiente”, dijo el presidente Santos. Les queda honrar la palabra empeñada en el comunicado del 27 de febrero de este año, de acabar con el secuestro extorsivo. Las cifras no oficiales hablan de 405 personas en manos guerrilleras, de las cuales no se sabe nada.