Pocas veces se ha visto que un país sufra un cúmulo tan frecuente de noticias amargas y una espiral negativa tan violenta. Las últimas semanas de España han sido negras y el tiempo no promete amainar.
Durante meses los argentinos boicotearon el valor de las acciones de YPF, la filial argentina de la petrolera española Repsol. Justo cuando las acciones estaban bien bajitas aprovecharon y de manera sincronizada Cristina Fernández anunciaba la expropiación de YPF, mientras un ejército de funcionarios públicos se presentaron en la sede de la compañía, desalojaron a 16 directivos, les cortaron las cuentas de teléfono, de correo electrónico y los sometieron a duros interrogatorios. Días después, allanaron la casa del Presidente de Repsol sin ordenes judiciales, ni de registro, ni de inspección.
Con aquella decisión, el gobierno argentino se hizo del 51% de las acciones de YPF, del 57,4% que poseía Repsol. Así, en un abrir y cerrar de ojos, la empresa española perdió alrededor de un tercio de beneficios y en una semana el precio de las acciones en la bolsa se desplomó 15%.
Uno podría pensar que tras semejante golpe, los sudamericanos fuésemos más clementes con nuestros antiguos colonizadores. Nada. Esta semana Bolivia expropia la empresa Transportadora de Electricidad, filial de Red Eléctrica Española.
Los americanos también tuvieron su turno, la agencia de notación Standard and Poor’s degradó la semana pasada la nota de España en dos grados, de A a BBB+. Dándole la misma nota de países como Thailandia o Kazakstán. Pocos días después la misma agencia procedió a degradar la nota de 16 bancos españoles, incluyendo las joyas de la corona, Banco Santander y BBVA.
Además esta semana el Banco de España informó que el país volvió a la recesión, la economía se contrajo 0,4% el primer trimestre. Asimismo se conoció que el desempleo alcanzó la sorprendente cifra de 24,44%; porcentaje que alcanza el 52% entre los jóvenes de 16 a 24 años.
Para terminar (o comenzar) el presidente Rajoy continúa con sus reformas a ritmo acelerado. Reformas que en realidad son recortes y medidas sumamente liberales que el pueblo traga con arcadas. Exactamente igual que a los niños que hay que enseñarles a comer, Rajoy ha respondido a los que protestan: “Cada viernes, reformas; y el que viene, también”. Pero la peor mala noticia es aquella que ataca las esperanzas; esta ha venido de la esclarecedora voz de la OIT. En su último informe alerta sobre la trampa de austeridad en la que están cayendo las reformas. El exceso de austeridad afecta al consumo y degrada la economía, a la postre espantando a los propios mercados. No es una sorpresa que recientemente el mismo Rajoy exprese su frustración ante el poco entusiasmo de los mercados.