¿Desbordado? ¿Inundado? ¿Atestado? Quería encontrar una palabra para describir un quiosco de libros abierto a las 6 de la mañana en la avenida Nagykorut Erzsebet krt, en pleno centro de Budapest… engullido; esa es la palabra. El quiosco y sus alrededores estaban totalmente engullidos por los libros. Toda la acera estaba invadida. Sentado en una silla, con mirada apacible y con una pinta enloquecida, el dueño miraba al aire sin poner atención a los posibles robos que podrían hacer quienes hojeaban las obras.
Era un cuadro de ficción, como salido de una de esas novelas. Evidentemente tenía que acercarme a conocer al responsable de ese lugar. Me conseguí un traductor entre los peatones, “Dígale que acabo de publicar un libro y que me es indiferente si mis libros llegan a venderse en grandes almacenes, pero ansiaría que alcanzase a estar en un lugar como este”. “Lenne az én megtiszteltetés” (sería mi honor), el señor me respondió con una sonrisa aún más desquiciada que su apariencia.
Esta es apenas una partícula entre un universo de joyas que tiene esta ciudad. Pero sobre todo se trata de joyas verdaderas. En la gran mayoría de ciudades los visitantes se encuentran con bambalinas, paisajes y emociones preparadas; en Budapest estas se dan de forma espontánea.
Ese olor y la sensación a plástico que tienen los restaurantes o discotecas del consumismo “ready-made” no se encuentra en los antiguos edificios comunistas que ahora albergan bares y restaurantes. Al ir a una discoteca uno “compra” un buen momento (siempre sentí que eso es como hacer una especie de trampa, que un buen momento no se puede adquirir con dinero, pero igual intentamos hacerlo), no en Budapest; hay algo en esta ciudad que le hace a uno sentirse menos comercial al buscar emociones. Hace tiempo que no encontraba otra ciudad donde uno siente que las aventuras están a la vuelta de la esquina.
Además Budapest vibra con un impresionante calendario de actividades. Estos días coincide el festival de música de Sziget -uno de los más grandes de Europa- con el campeonato mundial de esgrima.
No es un misterio que el lugar sea tan fascinante, tiene los ingredientes ideales: para ello una historia milenaria que se percibe a cada paso (desde vestigios romanos hasta la mano de Esteban I de Hungría que data del año 1000 y se puede ver en la basílica), un pasado reciente convulso (entre las dos guerras mundiales y el periodo comunista Hungría tuvo un siglo XX “peculiar”), una vida nocturna vibrante, una gastronomía diferente, deliciosa y lista para ser explorada, el Danubio (cuya presencia es una garantía absoluta de que el lugar será cautivante), pero sobre todo gente acogedora, simpática, abierta a los extranjeros, y curiosa. Señores, ¡a explorar Budapest!