Hasta hace unos 25 años, el recogimiento espiritual de Semana Santa era una norma y una tradición que se extendía a las actividades culturales en Quito.
La programación de los cines que se dispersaban en el centro y norte de la ciudad cambiaba y en las carteleras era común ver afiches que anunciaban películas de temática religiosa.
Con los años, esa costumbre, al igual que algunas de las salas cinematográficas más antiguas de la ciudad han ido desapareciendo.
De aquellos tiempos solo quedan historias que se conservan en los espacios que sirvieron como escenario de estas vivencias y en la memoria de toda una generación.
“Me gustaban las mexicanas y los dramas y en Semana Santa veíamos las películas de Nuestro Señor”, dice José Chanatasi, un vecino de Santa Bárbara que recuerda haber pagado hasta cuatro sucres para ver ‘El mártir del calvario’, en su juventud.
Chanatasi vio este filme en blanco y negro desde la galería o ‘gallinero’ del Teatro Cumandá, localidad más económica que la luneta, en la parte baja del local. Ahora, allí opera una fundación de asistencia social y religiosa.
Unas calles hacia el oeste, aparece la fachada del Teatro Puerta del Sol que, junto con el Teatro Avenida, siguen en pie como testigos de la transformación urbana de lo que un día fue la quebrada ‘de los gallinazos’ y hoy es el renovado bulevar 24 de Mayo.
El Puerta del Sol perteneció a Jorge Cordovez, y luego fue parte de la Empresa de Teatros y Hoteles de Quito, junto con el Capitol, Variedades, México, Cumandá, Central, Colón, Rex, Alhambra, entre otros, administrados por los hermanos Mantilla Jácome.
De esta cadena, el Bolívar era la joya de la corona. Con 89 años de existencia y una capacidad para
2 400 butacas, es un ícono patrimonial de la ciudad, explica Rosa Victoria Pardo, directora ejecutiva de la Fundación Teatro Bolívar.
El interés, dice Pardo, es retomar la exhibición cinematográfica este año, con clásicos de la cinematografía internacional.
Cerca del Puerta del Sol, José Guayraca custodia el Avenida, que dejó de proyectar películas hace más de 40 años y pasó a convertirse en un espacio de culto que abre sus puertas dos días a la semana.
Otros antiguos cines como el Hollywood y Metro, que en sus primeros años era conocido como el Royal-Edén, tuvieron un destino similar y prestaban servicio a entidades religiosas.
El Hollywood junto con el América y el Granada fueron considerados durante una época, los ‘cines prohibidos’. Era común ver a los transeúntes acelerar el paso o desviar la mirada para evitar los carteles ilustrados con exuberantes cuerpos femeninos o parejas en poses insinuantes que revelaban el contenido erótico de los filmes.
Con funciones continuas de domingo a domingo en su mejor época, la entrada estaba condicionada a los hombres, mayores de edad y que hayan pagado por su entrada.
Pese a la mala fama, incluso estos cines se acogían al recogimiento de la Semana Mayor y cerraban o cambiaban su programación para proyectar cine bíblico.
‘Sansón y Dalila’, ‘Ben Hur’, ‘Los 10 mandamientos’, ‘La pasión de Cristo’, ‘Rey de reyes’ son algunos títulos que José Tumipamba recuerda haber visto en las carteleras de los cines quiteños.
Las cintas de acción y artes marciales tenían sus propios espacios como el cine Pichincha o el Coliseo Julio César Hidalgo.
A la época de oro del cine mexicano le siguió el ‘boom’ de Hollywood. Eso impulsó la apertura de nuevas salas como el Colón en la avenida del mismo nombre o los Gemelos, en la Av. De la Prensa.
Hasta principios de los años 90 había alrededor de 22 salas de cine, según registra Jorge Salvador Lara en su libro ‘Historia de Quito, Luz de América’.
Desde el cine mudo que empezó a proyectarse en el Variedades hasta el cine sonoro que se estrenó en el Sucre, el cine y sus salas de exhibición han sido parte de la cotidianidad, la cultura y la historia de Quito.