Dicen que el pez muere por su propia boca. El presidente Correa llamó vagos a todos los ecuatorianos y, al tiempo de cancelar su proyecto Yasuní-ITT y anunciar el inicio del Plan A, perdón el Plan B, nos desafió a recoger firmas para una consulta popular propuesta por iniciativa ciudadana. El Presidente, mal informado como es tan común, no reparó en que apenas son necesarias unas 583 000 firmas para que el CNE deba convocar a dicha consulta, previo dictamen de la Corte Constitucional. Dicen que el pez muere por su propia boca y que, además, cuando la borrachera de poder ciega a los gobernantes, resulta que estos solo oyen su propia voz y se solazan ante su propia verdad. Y es que la decisión presidencial de optar por el Plan A, perdón nuevamente, el Plan B, es expresión cruda del doble discurso y de la debilidad estructural del modelo político y económico de la Revolución Ciudadana, que tanto habla de buen vivir y de cambio de la matriz productiva, pero que en los hechos solo ha profundizado de manera grosera un modelo extractivista radical, acompañado por un manejo macroeconómico de derroche y un discurso populista. Correa picó el anzuelo y ahora solo le queda desdecirse y regresar, en el discurso, al Plan B, perdón al Plan A, y desactivar la posibilidad de una consulta popular sobre el Yasuní. Persistir tendría un alto riesgo solo justificable por la necesidad desesperada de recursos.
Mientras tanto la sociedad ecuatoriana, a los tiempos, ha comenzado a movilizarse. Los jóvenes, los tuiteros, los activistas ecológicos infantiles y maduros, las organizaciones sociales han desatado una bola de nieve. Movimientos políticos como Creo se conectaron a ese sentir. Julio César Trujillo, uno de los referentes políticos, jurídicos y éticos que tiene el Ecuador, ha iniciado la elaboración de la pregunta alrededor de la cual, lo más pronto posible, debería iniciarse la recolección de firmas. Los encuestadores del Gobierno, seguramente, ya deben haber “sondeado” el parecer de la población y muchos del círculo presidencial deben haber advertido lo peligroso del escenario.
La oposición pesimista sostiene que una consulta popular es una oportunidad para un Presidente que sí conoce de campañas electorales y que necesita de actoría en las elecciones de 2014. Pero lo único cierto, si uno acude a Maquiavelo, es que los pueblos perdonan todo -el irrespeto, la corrupción, la prepotencia, el abuso de poder- pero no aceptan la incoherencia, la traición a los principios, la inconsistencia, el doblez. Aquello había sido uno de los principales activos presidenciales hasta ahora; activo que ha empezado a diluirse con el doble discurso del Gobierno sobre el Yasuní y su opción A de sacar plata para mantener a cualquier precio el Estado obeso que por hoy nos domina.