Es una zona donde conviven más de 350 000 personas, entre estudiantes, vecinos, empleados y comerciantes. En la Floresta -adonde acuden cerca de 40 000 alumnos de las universidades Católica, Salesiana, Andina y Politécnica– conforme las restricciones por la pandemia disminuyeron, los robos y asaltos aumentaron.
El comandante Carlos Rubio, jefe del circuito La Mariscal, asegura que el número de denuncias por robos en la zona casi se ha duplicado este año respecto al pasado.
En el primer trimestre de 2021 se registraron 42 casos, en el mismo período de este año, 74. Por eso instalaron una unidad móvil de Policía en la zona.
El circuito La Mariscal brinda atención no solo al sector universitario y a la Floresta, sino a toda la zona ubicada entre la Patria, Orellana, 10 de Agosto y Ladrón de Guevara, donde tomando en cuenta a los residentes y población flotante suman cerca de 1,5 millones de personas. El circuito cuenta con 106 servidores policiales.
Una tarea complicada, admite Rubio, por lo que han desarrollado estrategias preventivas comunitarias. Cada día retiran entre 6 y 10 armas blancas, lo que ayuda -dice Rubio- a reducir el número de asaltos, ya que el 60% de estos delitos se produce con este tipo de armas. Gabriela Cornejo, directora de bienestar estudiantil de la Universidad Católica, cuenta que hay un acuerdo con la Policía para reforzar el control en horas pico. Pero la Policía no puede actuar en temas como ventas informales.
Alejandro Pérez, 19 años, estudiante de LA PUCE
“Los ladrones se mezclan con los vendedores. No se imagina la cantidad de vendedores ambulantes que hay en esta zona. No dejan espacio ni para caminar. Es una locura a eso de las 13:00, cuando la mayoría salimos. Son ríos de personas y en las veredas hay cientos de vendedores. Todos sabemos que entre ellos hay ladrones.A mí mismo me robaron el teléfono hace un poco más de un mes, apenas habíamos regresado a clases presenciales.
Estaba con mi enamorada y en la parte de atrás de una parada de bus una señora se me acercó a pedirme algo de comer. Me dio pena porque tenía un bebé en brazos, así que me detuve para darle un dólar. En eso dos hombres me empezaron a empujar desde atrás diciendo que no les dejo pasar. Tenían mochila, pero no eran alumnos. No me di ni cuenta a qué momento me sacaron el celular del bolsillo. Una cuadra más allá ya no sentí mi teléfono, pero no pude hacer nada”.
Marlene Toapanta, moradora de La Floresta
“Roban en todos lados, en motos y autos. Todos los días hay robos y no son solo a alumnos, a vecinos, empleados, a todos. Justo la semana pasada los policías de la UPC detuvieron a cuatro hombres que estaban entrándose a una casa.
También se roban los carros que dejan en la calle. Roban en moto y en carros. Los pillos se parquean en una calle y esperan que alguien pase. Yo vivo en la Lérida, y para poder sacar el carro, debemos asomarnos a la ventana y ver que no haya carros sospechosos.
La situación ha empeorado los últimos meses, sobre todo desde que volvieron a la presencialidad. Creamos chats por cuadras en los que está también la Policía, pero la gente no se compromete. Hemos pedido que se instale otra UPC porque una sola no es suficiente para la cantidad de gente.
A mi hermana le asaltaron en la Pontevedra y Madrid. Ella caminaba y se bajaron dos personas de un auto y le apuntaron con una pistola”.
Carmen Zaldumbide atiene un local de venta de comida rápida
“Los chicos deberían cuidarse un poco más. Ya les conocemos a los ladrones. Todos los días se los ve por aquí, pero nadie puede hacer nada.
La cámara de seguridad de un local vecino incluso les filmó mientras abrían las mochilas de los estudiantes y les robaban las computadoras o celulares. También hay personas que vienen a pedir dinero y si no se les da, amenazan, escupen en el piso. Es bien feo lo que se vive aquí.
A mí nunca me han asaltado, pero sí a una chica que trabajaba conmigo. Nosotros cerramos a las 18:30. Le habían cogido entre dos que venían en una moto y le robaron la cartera. Perdió el celular y los documentos que es lo más preocupante.
También han venido jóvenes asustados a pedir que por favor les preste el teléfono porque les robaron y quieren llamar a sus padres. Los chicos deberían cuidarse más. Algunos caminan confiados, con la mochila en la espalda, a veces abierta”.