Las integrantes de la organización Nueva Coccinelle no quieren morir sin que el Estado ecuatoriano repare los crímenes de lesa humanidad que denunciaron y de los que son sobrevivientes. “En vida queremos el reconocimiento, en vida”, dice Purita Pelayo, una de las mujeres trans que luchó por la despenalización de la homosexualidad en Ecuador.
Su activismo no ha parado durante 30 años. Este 31 de marzo del 2022 se conmemora el Día Internacional de la Visibilidad Trans y las mujeres que consiguieron una victoria en 1997 hoy superan los 55 años. Purita cuenta que la mayoría está enferma y en situación precaria. No tienen empleo y viven en malas condiciones.
La situación en la que se encontraron en el 2019 las llevó a poner -en ese año- una demanda contra el Estado ecuatoriano por el genocidio ocurrido durante los años 80 y 90 en contra de la población Lgbtiq+. Pero hasta la fecha no tienen una respuesta ni el indicio de que pronto llegará, dice Purita. “Si va a haber un veredicto en cinco, 10 o 15 años, como duran muchas veces, vamos a estar todas muertas”.
Piden una reparación integral: una pensión mensual que les permita subsistir en las condiciones en las que se encuentran. La demanda incluye la exigencia de disculpas públicas y que una parada del Metro de Quito lleve el nombre Coccinelle. También esperan recibir una vivienda, que les permita pasar sus últimos días de manera digna.
El trabajo del colectivo
La antigua Coccinelle se disolvió y cuando sus integrantes se reencontraron se formó la nueva organización. Ahora, su pilar es la demanda contra el Estado. Pero también son custodias de la memoria histórica Lgbtiq+ del país. La han construido con con documentos, fotografías, videos, recortes de periódicos, etc.
Todo ha estado es una muestra del Centro de Arte Contemporáneo, que está por desmontarse. El convenio que la organización tenía con ese espacio concluyó en este mes, por lo que buscan un nuevo sitio, aunque sea provisional, para seguir en pie. No cuentan con recursos para arrendar una oficina, cuenta la activista trans.
‘Los fantasmas se cabrearon’
Así se titula el libro en el que Purita Pelayo narra las crónicas de la despenalización de la homosexualidad en el Ecuador. “Zozobra y desesperación vivía la comunidad GLBTI en Quito, en especial los travestidos y transexuales”, dice un pasaje del texto.
“La Policía Nacional reprimía no porque conociera explícitamente que el Código Penal ecuatoriano vigente en ese tiempo penalizaba las relaciones homosexuales, sino porque todas sus acciones (…) eran motivadas por un sentimiento homofóbico y la visión de que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo eran antinaturales (…)”, se lee en otro extracto.
En el epílogo, la socióloga transgénero lesbiana, Núa Fuentes, anota que “por mucho tiempo fuimos invisibles ante un Estado y sociedad que hacían esfuerzos para no vernos”. Más adelante, agrega que las personas trans están orgullosas de su diferencia. “Nuestra existencia es resistencia”.