Guayaquil, la ciudad más populosa del país, es escenario clave en época de elecciones. En los comicios que se avecinan para el primer trimestre del 2014, lo será con especial énfasis. El Partido Social Cristiano ha sido el largo dominante en esa plaza. El liderazgo alcanzado por el presidente Febres Cordero, primero, y Jaime Nebot, como su sucesor político, afirmaron esa hegemonía.
En el mapa nacional, Alianza País es una fuerza que todo lo copa. Nadie discute que pese a los siete años de ejercicio de poder, su influencia se acrecienta y su espectro reduce a expresiones mínimas, regionales o locales, a otras fuerzas.
En el caso de Guayaquil, su conquista política parece haberse convertido en una cuestión de honor para los actores en el plano personal y para sus tiendas partidistas. El Partido Social Cristiano, con Jaime Nebot, busca una nueva reelección. El movimiento Alianza País, que lidera el Presidente, pone en la contienda a una joven aspirante. Todo eso no tendría nada extraño si no fuera por la deriva que ha tomado la disputa y la confrontación física violenta que parecía desterrada ya de la práctica electoral.
La sociedad debe tomar nota de estos episodios, cuestionarlos y exigir a dirigentes y militantes que se porten a la altura del respeto a las ideas ajenas y a su expresión libre. De la palabra dura se pasa rápidamente a la agresión. Algo que no debe repetirse en pro de una convivencia civilizada.