Como la Senescyt ha cumplido ya su objetivo publicitario de vender bien ante una parte de la opinión pública su reforma universitaria, y como vivimos una época de post-transparencia, es decir, de reserva casi total en los temas públicos, escribo estas preguntas para el vacío y no con la pretensión de que ningún funcionario de tercer nivel intente responderlas, porque de hacerlo quedaría develado un monumento al cinismo, despilfarro e ignorancia. Empiezo: ¿cuál es el presupuesto real de la famosa universidad Yachay; cuánto se ha invertido realmente y cuánto se proyecta gastar? ¿Cuál es el costo que se calcula por cada estudiante que curse, egrese o se gradúe en ella? Si se invertirán cerca de USD 1 000 millones hasta 2016, y habrá menos de 1 000 alumnos, ¿quiere esto decir que la educación de cada estudiante estará entre medio millón y un millón de dólares; cuánto costará, entonces, la investigación? Y, además de las bonitas instalaciones, cuartos, camas, salas de estar, ¿dónde están los laboratorios, la biblioteca; qué contiene la biblioteca, a qué bases de datos tiene acceso; cuál es el uso que se va a dar de ellas o estarán ahí como íconos decorativos. Y sobre los profesores, ¿quiénes son? ¿Cuántos profesores ecuatorianos habrá? ¿Cuántos extranjeros, qué cursos dictarán; cuántos de esos cursos serán de nivel avanzado y cuántos generales o introductorios? ¿Por qué se contratan profesores extranjeros para dictar clases que bien pudieran hacerlo ecuatorianos? ¿ Cuánto se les pagará; cuánto ganan los ya contratados; cuál es el sueldo del Rector; cuánto gana en relación a otros rectores universitarios? ¿No hay formas más económicas de promover el turismo de élite al Ecuador? Y sobre las llamadas mallas curriculares, ¿cómo se llegó a ellas, con qué criterios se elaboraron, o más precisamente, de dónde las copiaron? Pero lo más preocupante, ¿qué va a suceder con las universidades existentes; cuál será el vínculo de esta supuesta universidad científica con las politécnicas? ¿No es este engendro una forma de debilitarlas, quitarles presupuesto, suplantarlas? ¿No hubiera sido más inteligente y económico fortalecer lo ya existente: la Espol, la U. Central, la Politécnica Nacional, en vez de crear otro elefante blanco? ¿Es que acaso un proyecto universitario es plata, cemento, profesores gringos y estudiantes multiétnicos? Eso sirve para un buen spot publicitario pero no para construir una buena universidad.
Pero lo más grave, esa aparente apuesta por el conocimiento científico de punta, construir un remedo de Sillicon Valley, ¿tendrá en el mediano plazo algún impacto sobre la productividad del país, empleo, capacidad exportadora? ¿Cuál es su fundamento si el debate académico internacional lo anuncia como un modelo agotado y anacrónico? ¿Por qué no atender las razones de pensadores y expertos ecuatorianos en educación como Arturo Villavicencio, Iván Carvajal o Milton Luna? ¿Por qué el silencio, el vacío, el miedo a debatir pero la urgencia de gastar? ¿Es este un tema universitario o de Contraloría?