“Mi motivación principal para especializarme en Veterinaria surgió por el amor hacia estos seres, que son sensibles y tienen el alma de un niño. Es por esta razón mi necesidad de velar por su salud y cuidado. Todo eso inspira el trabajo que podemos brindar a la sociedad, para que cuando soliciten nuestro aporte en una situación de emergencia nosotros decir: presente.
Y así sucedió. Pues me encontraba atendiendo a un paciente en el sur de Quito. Era un día normal cuando de pronto, me llegó un mensaje al grupo de WhatsApp de la Asociación de Veterinarios, requerían de mi ayuda.
El texto decía que un aluvión había devastado todo en las zonas de La Comuna y La Gasca, había personas desaparecidas y los animalitos habían sido arrastrados por la corriente. En cuestión de segundos en las redes sociales empezaron a circular imágenes de mascotas heridas y otras desaparecidas.
No dudé en ningún momento en ofrecer mis servicios, a esta labor se sumaron otros colegas. La idea era ayudar. Algunos casos eran críticos y otros leves, pero teníamos ese sentimiento de impotencia al ver esas escenas. Al día siguiente (1 de febrero) recibí a los pacientes en el consultorio. Ya habían bañado a los peluditos. Pero, aun así, lucían muy asustados.
Aunque mi clínica está ubicada en Quitumbe, sur de Quito, de todas formas, recibimos a los animales que presentaban heridas de consideración. Por ejemplo, el primer caso era de un perrito con politraumatismo, al igual que una fisura en la tibia y el peroné.
Recibió medicación y le coloqué una venda en sus heridas, no fue necesaria una intervención quirúrgica. Después de una semana de tratamiento y de chequeos, el ánimo de este animalito fue cambiando. Estaba más animado, ya comía y sus ojos me miraban en forma de agradecimiento.
A los pocos días una familia decidió adoptarlo. Hemos realizado el debido seguimiento para verificar que su salud esté en orden y que reciba los cuidados pertinentes.
Mientras que otro paciente tuvo heridas que necesitaron de sutura. Su recuperación fue rápida y ahora se encuentra en proceso de adopción. Por el momento, esta con la familia que le rescató del aluvión. La señora que le está cuidando es rescatista.
Lo más gratificante de esta labor es ver cómo los peluditos que nosotros ayudamos encuentran un hogar. No es la primera vez que brindo este tipo de ayuda. Cuando pasó el terremoto en Manabí viajamos para dar asistencia a las mascotas que, de igual manera, perdieron sus hogares, son escenas que te llegan al corazón. Pero eso es parte de nuestro trabajo.
Me he encontrado con pacientes viables de tratar, pero a veces otros que son críticos; está en nuestras manos salvar esas vidas. Aún recuerdo el caso que más me conmovió, era un perrito que se llamaba Chimbirito, llegó hasta los 20 años de vida. Yo lo vi crecer desde que empecé mi profesión y por complicaciones de su salud y por su edad, falleció. Fui el encargado de cremarlo, los dueños lloraron y yo junto a ellos sentí cómo se nos rompía el alma. Lo que pasó la noche del 31 de enero y todo el despliegue de ayuda que se evidenció, y todas esas muestras de preocupación por los animalitos afectados demostró que Quito es una ciudad solidaria.
Ahora hay más conciencia. Lo que antes era algo normal, como ver un perro maltratado, ahora empieza a llamar más la atención y hay gente que ahora ayuda.
Es tiempo que nosotros pongamos de nuestra parte y eduquemos a la gente para amar y respetar a los animalitos, porque ellos tienen las mismas necesidades que nosotros.
Ahora los médicos veterinarios contamos con una gama bastante amplia de especialidades que nos incentiva cada día a trabajar para que la calidad de vida de los peluditos sea mucho mejor”.