Una de las discusiones permanentes sobre la salud del manejo económico suele enfocarse en las cifras de crecimiento anual. Las que trae el segundo trimestre del 2011 son interpretadas por el Presidente del Directorio del Banco Central como una señal altamente positiva, al punto que si no hubiese crecimiento el resto del año, el Ecuador alcanzaría fácilmente la meta proyectada del 5,24%.
Nadie pone en duda que el comportamiento económico del Ecuador se sustenta mayormente en el papel protagónico del Estado como gran inversionista en obras de infraestructura, y que el motor de tal comportamiento es el alto precio internacional del petróleo.
Tres observaciones pueden resultar pertinentes frente al modelo vigente: la primera, que una parte importante de esa inversión se compone de créditos externos; la segunda, que la economía nacional depende demasiado, no del crecimiento productivo, sino de la obra pública; tercero, que esta, a su vez, depende demasiado de los precios mundiales del crudo.
En efecto, el Estado promueve una economía con alto circulante que provoca importantes niveles de consumo, lo cual marca este año un crecimiento de hasta un 10% más en el comercio al por mayor y menor. Las importaciones, pese a los arbitrios gubernamentales, siguen siendo altas en relación con lo que el país produce y vende.
Una economía basada en el precio de sus materias primas y en el protagonismo estatal resulta frágil, porque no depende de la capacidad de producir riqueza ni de la inversión privada. Según las cifras oficiales, esta subió en el 2011, pero no alcanza al 1% del Producto Interno Bruto.
La producción y la productividad son los otros soportes de la economía cuyo tratamiento sigue pendiente.