Es como para no creer lo que nos está ocurriendo: las mujeres ecuatorianas, sin proponérselo, en el plan de compartir el poder en todos sus frentes. Desde luego que se han ido preparando para lograrlo sin dejar de ser el referente de nuestras familias. Me estoy refiriendo a una sociedad tradicional como la nuestra, hasta hace poco: la mujer en el hogar, y santas pascuas. Con antecedentes que rompían el esquema: Manuela Espejo, Manuela Cañizares, Marieta de Veintimilla, entre otras, y las primeras normalistas. Cómo olvidarnos de Manuelita Sáenz, Rosita Campuzano y la marquesa de Solanda. Y hasta en los altares, Marianita de Jesús.
Al presente hemos llegado al punto en que las mujeres comparten la responsabilidad de la conducción política del estado: Guadalupe Llori, Presidenta de la Asamblea Nacional; Alexandra Vela, Ministra de Gobierno; Diana Salazar, Fiscal General del Estado; Tannya Varela, Comandante General de la Policía. A lo que debemos agregar que casi el 50 por ciento de los Secretarios de Estado son mujeres. Así, las mujeres ecuatorianas están a un paso de llegar a la Presidencia de la República. Posiblemente luego de apenas 4 años. A esta lista cabe incluir a Cynthia Viteri, Alcaldesa de Guayaquil.
Y no solamente en política. La Ing. Dra. Florinella Muñoz, Rectora de la Escuela Politécnica Nacional, la Dra. Lucy Baldeón, investigadora científica, Directora del Instituto de Biomedicina de la Universidad Central del Ecuador. Y Así tantas otras, algunas de prestigio internacional en ciencias, artes y letras. Una revolución pacífica la que estamos viviendo, y para bien digo yo, en el entendimiento que en materia de género es la complementariedad el sustento de sus relaciones, la explicación del éxito de las sociedades avanzadas. ¿Una revolución pacífica? Sin lugar a dudas. De los 48 atletas que nos representaron en las olimpiadas mundiales de Tokio, 29 fueron mujeres, todas ellas con las credenciales que les permitieron participar en aquellas competencias. De las 3 medallas que logramos, 2 de oro y 1 de plata, Neisi Dajomes obtuvo la de oro y Tamara Salazar la de plata. Con ellas y desde luego Richard Carapaz, tengo entendido que nuestro país ocupó el cuarto lugar entre los latinoamericanos. ¡Bien por nuestros atletas! ¡Muy bien por las atletas ecuatorianas!
Con todas las mujeres nombradas en este artículo vamos rompiendo estereotipos insulsos que nos han obnubilado, como eso del ‘sexo débil’ atribuido a las mujeres. Llegar hasta donde ellas han llegado, e irán llegando, supone tenacidad, coraje y voluntad; superación de desafíos y de ser el caso, llegar a la maternidad, la lactancia, la atención permanente al bebé, el techo y el piso de la familia que formó, sin descuidar las actividades que suponían llegar a lo que también era su vocación o sus metas.