Ecuador concedió asilo diplomático al pirata informático Julián Assange, uno de los personajes más polémicos de estos años. Misterioso, retador, audaz.
Los Wikileaks fueron divulgados por los diarios occidentales más prestigiosos; del financiamiento de su empresa, propósitos y alcances no se tiene una idea clara. Pero la causa de la orden de detención de Assange no está en ese tema, sino en una acusación de violación y acoso sexual en Suecia, un país con tradición de independencia de poderes y respeto al debido proceso.
De contar esta historia y revivir sus polémicas se ha ocupado con fuerza estos días la prensa mundial. Medios como El País, ABC, Mundo y Vanguardia de España, El Tiempo, El Espectador y Semana de Colombia, La Nación y Clarín de Argentina, para solo citar algunos, se suman a las amplias crónicas de la prensa británica y naturalmente de Suecia.
Es un diario de este último país, Expressen, el que dice que Suecia tiene una democracia decente. The Guardian, de Inglaterra, que alertó anticipándose a la decisión de la Cancillería ecuatoriana, comentó que Assange no merece el asilo.
El episodio disfrazado del apoyo a un supuesto luchador de la libre expresión puede resultar contraproducente. La opinión pública mundial contrasta el caso con los reiterados ataques verbales del Régimen a los medios independientes, con millonarios juicios, con la negativa a conceder el salvoconducto al director de El Universo, cuando estaba asilado en la embajada de Panamá, y con las múltiples denuncias que la ONG Fundamedios ha recogido y documentado.Este nuevo motivo de notoriedad ecuatoriana puede terminar desnudando la verdad sobre un gobierno intolerante que busca lavar su imagen usando a Assange.