La pérdida de empleo y la reducción salarial fueron dos de los factores claves que incidieron para que la demanda de créditos educativos caiga.
Los jóvenes, al no poder acceder a recursos de la banca por esas causas, se les dificultó costear sus estudios de pregrado o acceder a una especialización técnica.
Nancy (no quiso dar su apellido), por ejemplo, se atrasó un semestre en su carrera de Diseño. Su hermana, quien la apoyaba con el pago de la universidad, tuvo una reducción salarial el año pasado y eso le impidió seguir ayudándola.
Para solventar los gastos de la carrera, ellas solicitaron un crédito educativo en una entidad financiera, pero los ingresos no les permitían. Su familia intentó conseguir un garante que respalde el monto que se iba a solicitar, pero no se pudo.
Nancy optó por pagar sus semestres con una tarjeta de crédito y con un quirografario, que son más costosos y de menor plazo que un crédito educativo. Por ejemplo, en el caso de la tarjeta de crédito, la tasa fue del 16,3% y el crédito a tres años. En cambio, la tasa del crédito educativo es 9,5% y los plazos son hasta de cinco años, tiene meses de gracia y se paga al concluir la carrera.
Xavier Galarza, en cambio, se quedó a medias en el trámite para sacar un préstamo para pagar su masterado. Su padre, quien lo iba a ayudar en el proceso, perdió el trabajo en febrero de este año y eso le impidió ser sujeto de crédito.
Hasta junio, la cartera de créditos educativos en los bancos privados fue de USD 372,5 millones, 19 millones menos que en 2020. Y es la cifra más baja desde 2018.
En Pacífico y Pichincha, los dos bancos que más créditos de este tipo colocaron hasta junio, entre el 60 y 78% del monto otorgado fue para financiar estudios de posgrado, informaron las instituciones.
El monto promedio solicitado por los clientes, en ambas entidades, es de USD 10 000.
Andrés Cordero, docente de la maestría de Finanzas de la Universidad de Las Américas (Udla), explica que, además de la falta de liquidez de las familias por los despidos y menos ingresos, la disminución en la cartera también se debe a la poca certidumbre de reactivación que hay en el país.
“Algunos estudiantes sacaban créditos para estudiar masterados y luego subir de rango salarial o de puestos, pero eso no está sucediendo, ya que más bien los salarios se reducen o no se abren nuevas contrataciones”, explicó.
Otro factor que impacta, asegura Cordero, es que, aún con el avance en la vacunación a escala mundial, hay temor por parte de los estudiantes sobre las restricciones que se puedan dar en los países de destino donde se va a estudiar.
María José Beltrán, por ejemplo, desistió de sacar un préstamo para su maestría en septiembre del 2020. Ella iba a viajar a Inglaterra a estudiar su masterado en Administración. Las clases empezaban en octubre pasado, pero las restricciones de entrada a ese país no le permitieron hacerlo.
El trámite lo inició en marzo del año pasado, pero los papeles de la universidad no llegaron sino hasta julio de ese año.
Por la demora y el cierre de fronteras, Beltrán decidió retirar los papeles del banco y aplazar esta meta hasta 2022. “Seguiré trabajando hasta que sea seguro viajar”, dijo.
Para Andrés Robalino, director ejecutivo de la Cámara de Industrias, Producción y Empleo de Cuenca (Cipem), si menos personas pueden acceder a una educación, especialmente técnica, las empresas no contarán con personal capacitado y especializado.
“Esto retrasa el objetivo gubernamental de mejorar los niveles de productividad empresarial a escala nacional, señala.
Otro problema de la profesionalización que no se ha atendido es que en “los últimos 15 años nos hemos concentrado en carreras profesionales o masterados, sin conocer qué áreas técnicas o profesionales requiere el país en sus diferentes sectores”, agregó.
Xiomara Cevallos, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, cree que es importante que existan programas de seguimiento para garantizar que el beneficiario tenga opciones de conseguir un empleo al finalizar una carrera y así poder pagar los préstamos.
Los bancos esperan que la demanda de crédito se recuperarse el segundo semestre con el retorno a las aulas.