El adecuado equilibrio entre la generación de empleo y el respeto a los derechos laborales es una clave de una sociedad contemporánea. Por eso la noticia de la apertura del Presidente a incluir en el estudio los pedidos de algunos sectores empresariales específicos que contemplen el ajuste de las jornadas laborales a los ciclos productivos suena lógico y es aconsejable.
Hay procesos de la producción, tanto en el trabajo agrícola como en el industrial, que demandan sensibilidad y plena comprensión oficial para propender al fomento de la actividad. Tomemos como ejemplo el caso de las plantaciones de flores. Los ciclos de los mercados obligan a que toda la planificación de siembra, cosecha, postcosecha, embarque y exportación se concentre en determinadas épocas del año. Todo depende de la demanda de los gigantescos mercados hacia los que está dirigida la mayor parte de la producción florícola.
Sabido es que Navidad, San Valentín y el Día de la Mujer -para citar las épocas del año de mayor demanda- exigen una dedicación especial. Por esa razón se deben flexibilizar las jornadas laborales, propender a la contratación de empleados a tiempo parcial y facilitar el proceso productivo que acumula factores que dinamizan la economía y dan trabajo, aun cuando sea temporal, a mucha gente.
Si se construye una atmósfera amigable que incentive la producción se podría atraer inversión extranjera considerable y mejorar las condiciones salariales.
Estos incentivos, sin atentar contra la dignidad del trabajador ni la estabilidad alcanzada como conquista social en otras áreas, podrían ayudar a construir una sociedad más armónica, crear riqueza y generar una mayor cantidad de empleos. Un círculo virtuoso.