En el mes de mayo, los Estados Unidos reportaron una inflación anual de 5%, la más alta desde mediados del 2008. Alemania cerró el mismo mes con 2,5%, también un récord para los últimos 13 años. El Ecuador, mientras tanto, cerró mayo con 1.1% de deflación, o sea, con una caída de los precios.
En comparación con lo que habíamos vivido en la última década, el mundo tiene inflaciones relativamente altas y eso podría tener repercusiones importantes para nuestro país. Claro que todo depende del diagnóstico que se haga sobre las causas de esta inflación y, por lo tanto, de las soluciones que se implementen.
En los años 70, muchos de los países ricos tuvieron inflaciones importantes (para la época) pero a inicios de los años 80, un esfuerzo concertado de varios de ellos logró frenar el crecimiento de los precios a los niveles inferiores al 10% anual. Y eso se ha logrado gracias a un prolijo seguimiento de “la temperatura” de cada economía, para subir las tasas de interés ante la menor señal de un sobrecalentamiento.
La Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo (heredero de la tradición anti-inflacionista del Bundesbank alemán) han sido muy exitosos en garantizar a sus habitantes un ambiente de estabilidad de precios y gracias a eso tienen una enorme credibilidad. ¿Qué van a hacer ahora que los precios están subiendo?
Pues todo depende de cómo vean a estos últimos aumentos y, especialmente, si ven esta inflación como algo pasajero o algo que podría durar en el tiempo. Si es algo pasajero, no es necesario aplicar ningún remedio, mientras que si es algo más estructural sería necesario aplicar el “freno de mano” (subir tasas de interés). El problema es que esa medida también podría frenar la recuperación económica que tan desesperadamente necesitamos después de esta pandemia.
Afortunadamente, esta reciente inflación parece pasajera, resultado de la recuperación del precio de varias materias primas y sobre todo del petróleo (que hace 14 meses estaba en valores negativos). Y esos aumentos son típicamente cíclicos y bien podrían cambiar de dirección en poco tiempo.
Eso significa que las tasas de interés (sobre todo aquellas en dólares) no van a subir en el corto plazo, algo que es un respiro importante para nuestra economía dolarizada.
De manera que, al menos por ahora, el mundo nos sonríe, con altos niveles de demanda para nuestros productos, un buen precio del petróleo y bajas tasas de interés y las “altas” inflaciones en los países ricos no deberían quitarnos el sueño.
Hay que aprovechar el momento, hacer todo lo posible para que nuestra economía crezca y prepararnos para el inevitable momento en que el mundo deje de sonreírnos tanto.