Los tres primeros meses de la pandemia fueron un “calvario” para Jaime, un diseñador gráfico de 35 años. Él acostumbraba fumar entre 10 y 20 tabacos al día. Lo hacía -dice- para “reducir” el estrés, producto de sus largas jornadas de trabajo.
Pero debido al confinamiento, sus hábitos cambiaron y afortunadamente pudo reducir el consumo de este producto nocivo para su salud.
Jaime, quien prefirió mantener en reserva su apellido, empezó con esta práctica en la adolescencia. A los 15 años ya consumía más de media cajetilla, es decir, 10 unidades.
En esta dinámica pasó casi 20 años, hasta que llegó la pandemia del covid-19. En marzo, las autoridades impusieron medidas de restricción de la movilidad. Lo que implicó un cambio de modalidad de trabajo: de presencial a virtual, para algunos ciudadanos.
Este quiteño empezó a trabajar desde casa. “Sentía mucha ansiedad, ya que la jornada se intensificó. Por eso, cuando podía compraba varias cajetillas para estar abastecido”.
Generalmente, este profesional fumaba en la terraza. Nunca dentro de su departamento. “Un día pensé
en el riesgo al que me exponía por salir a comprar el tabaco y decidí parar”.
También le asustaron mensajes que autoridades sanitarias difundieron sobre los factores de riesgo del covid-19. Uno de ellos es el consumo de tabaco, cigarrillos electrónicos, pipas de agua, etc.
Lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Los fumadores tienen más probabilidad de desarrollar síntomas graves, en comparación con quienes no lo hacen”.
La neumóloga Carina Coronel Pazos coincide en que el peligro es alto. Un fumador -indica- tiene 1,45 veces más riesgo de enfermarse gravemente por los problemas en los bronquios, pulmones, etc.
“Cuando el índice tabáquico (número de cigarrillos diarios por los años de fumar dividido para 20) es mayor a 20, el riesgo de que esa persona tenga enfermedad pulmonar se eleva. Si es mayor a 30 puede desarrollar cáncer pulmonar”.
Por eso, ella anota que un buen grupo ha reducido el consumo durante la pandemia. Unos fuman la mitad de las unidades; otros lo han dejado completamente.
Jaime, por ejemplo, ahora fuma cuatro unidades diarias. Y en ocasiones, solamente una.
Cuando una persona deja el tabaco, los beneficios son inmediatos, afirma el internista Carlos Nieto. “Se reduce la presión arterial y la frecuencia cardíaca se regulariza. Hay mejoras en la circulación de la sangre, función pulmonar y de otros órganos”.
En su consulta atiende a 14 pacientes. De ellos, cuatro fuman tabaco. “En estos meses han reducido el consumo de unidades a la mitad. Esta decisión ha sido positiva e incide en su salud. Algunos me han asegurado que dejaron el cigarrillo por miedo al covid-19”.
Esteban Salazar tiene 41 años. A los 17 comenzó con esta práctica. Llegó a fumar dos cajetillas diarias, 40 tabacos. También, señala, lo hacía para calmar el estrés o la ansiedad, producto del trabajo diario.
A los 31 empezó a sentir falta de aire y se ahogaba. “Me alejé unos meses. Luego fumaba solo en reuniones con amigos, ya que al oler el tabaco no podía resistir”.
Por la pandemia, ese hábito está casi desterrado de la vida de Esteban, quien ahora se desempeña como docente.
A la familia de Arturo Hermosa, de 59 años, le fastidia el olor del humo. Él fumaba entre seis y siete unidades diarias. Durante la pandemia, este quiteño, que labora en una fábrica de material industrial, redujo la dosis: uno o dos al día. Lo relata su hijo David, de 33 años.
Andrés Tamayo, de 36 años, también ha intentado dejar esta práctica. Antes de la pandemia consumía cuatro diarios. Hoy, uno o dos, incluso hay días en los que no lo hace. “Me gusta el ciclismo; prefiero realizar este deporte a fumar”.
No probar ni un cigarrillo es la meta que se plantean cada 31 de mayo, en la conmemoración del Día Mundial Sin Tabaco, reconocido por la OMS.