Parece una triste ironía del destino. Sebastián Muñoz, el fundador de un grupo activista por los paseos ciclísticos y promotor del uso de la bicicleta como un instrumento de buena salud y lucha contra la contaminación, murió atropellado una madrugada de la semana pasada.
Más allá de las investigaciones policiales y del caso en sí, y sobreponiendo la indispensable solidaridad con sus familiares y amigos, caben una serie de reflexiones para evitar nuevas tragedias y realizar correctivos múltiples.
Lo primero que surge es la indispensable campaña por el respeto a los ciclistas. Es una forma de crear conciencia. En la bicicleta de Sebastián bien podrían haber estado nuestros hijos, hermanos o amigos.
Además es bueno extremar las condiciones para que las vías de uso exclusivo de los ciclistas estén expeditas, señalizadas y sus carriles sean respetados. Los testimonios de los conductores de bicicleta evidencian que no se respeta la fragilidad de las bicicletas y muchas veces les echan el auto o camión encima.
Los que andan en bicicleta, a la vez, deben observar con rigor las normas: andar con casco, sin música, mirar atrás antes de hacer una maniobra brusca hacer señales a los autos o paseantes y no zigzaguear entre los autos.
Solo una cultura colectiva que evidencie que la sociedad está pasando de los buenos deseos a una práctica sostenible y cotidiana hará que los ciclistas ya no sigan en peligro.