Era la noche del 15 de Enero en Túnez, un grupo de artistas que estaban en la calle decidieron comenzar a tocar música discretamente. El aire estaba tan cargado de emoción y de esperanza que magnéticamente los transeúntes se acercaban a bailar. Más artistas se entusiasmaron, la música creció, la multitud también, y espontáneamente se formó una fiesta gigantesca, que luego se reportó en los medios de todo el mundo.
Similarmente, como si de la música se tratase, la democracia atrajo a los ciudadanos de los países de la región; quienes salieron a la calle a reclamar regímenes más modernos. El último mes nos recuerda a la tesis del efecto dominó de la Guerra Fría, según la cual si un país caía en el comunismo arrastraría consigo a un sinnúmero de vecinos. Desde el Magreb hasta el Medio Oriente, las reivindicaciones de libertad se expanden como un virus.
Como es propio de regímenes autoritarios ante alientos democráticos, Mubarak se movilizó contra la prensa. Desplegó la Fuerza Pública para que someta a los periodistas a un hostigamiento feroz. Pero esto no fue todo; hubo mareas de civiles que coreaban a favor del líder, y que también atacaron a la prensa con igual o peor violencia.
Tanto la corriente libertaria que recorre la zona, como la crisis de la prensa en Egipto refrescan el debate sobre la viabilidad de la democracia en los países de mayoría islámica.
¿Cómo puede esta realizarse sin una cultura de libertad de expresión? ¿La democracia moderna es realizable sin una igualdad entre sexos?
Evidentemente, el Islam no es incompatible con la democracia; no así el integrismo islámico. La democracia es ante todo el modelo social de la libertad, y para que esto sea posible, la autonomía del individuo debe primar sobre las ideologías políticas y religiosas. Esta es la base del sistema, precisamente aquello que no aceptan las corrientes extremistas.
Al calor del debate de la entrada de Turquía en la UE, el líder del partido ecologista europeo (y mi héroe personal), Daniel Cohn Bendit, dijo ante los entusiastas turcos que pedían la membresía, “Yo estoy a favor de la entrada de Turquía. Pero ustedes deben estar conscientes de los cambios que esto implica para ustedes: París, tiene un alcalde homosexual, Berlín también. En 15 años Estambul puede tener un Alcalde homosexual sin que esta condición sea pertinente en términos políticos” Esta bomba produjo un debate tan acalorado que alcanzó las primeras planas al día siguiente.
Con la llegada de la democracia, y sus principios de libertad e igualdad, la cultura religiosa de muchos credos tuvo que evolucionar; empezando por la católica, que fue una de las primeras opositoras. Estimados hermanos árabes, luchen fuerte por sus sueños democráticos, pero sepan que atrás de ellos se esconde un cambio perenne.