La crisis europea se debe en mucho a la mala calidad de los actuales líderes políticos, que en la línea del ultraliberalismo, traicionando el “Estado de bienestar” de los anteriores gobernantes socialdemócratas y socialistas, han implantado el Estado desertor, la privatización indiscriminada, el “darwinismo” económico y la concentración piramidal del ingreso.
Ni el “Estado megalómano” de los viejos marxistas -que, en su delirio de grandeza, absorbió toda clase de responsabilidades para cumplirlas mal- ni el “Estado desertor” de los neoliberales -que fuga del escenario y abandona sus más elementales deberes para con la sociedad y que entrega al mercado y a los directorios de las empresas transnacionales la decisión de los asuntos públicos- sirven a un mundo atormentado por la explosión demográfica, la violencia y los desórdenes del clima. El uno ha fallado por el flanco de la eficacia económica y el otro falla por el lado de la equidad social.
En los años 70 y 80 tuve el privilegio de conocer y trabajar con varios de los líderes europeos de aquella época -Francois Mitterrand, Willy Brandt, Mario Soares, Olof Palme, Bruno Kreisky, Felipe González, Lionel Jospin y otros-, con quienes trabé una cordial amistad. Y puedo decir con conocimiento de causa que eran líderes excepcionalmente inteligentes, honestos y enterados, que como diría Ortega y Gasset, donde llegaban ponían orden, pero “orden en el buen sentido de la palabra, que excluye como ingredientes normales policía y bayonetas”. Orden, no como imposición de la fuerza, sino como equilibrio que se suscita en el interior del grupo bajo la inspiración de su conductor.
Una anécdota de esos días. Era una fecha de 1976, víspera de una reunión de líderes latinoamericanos y europeos en Caracas. Tomaba una cerveza con Willy Brandt en el Hotel Tamanaco. En eso pasó cerca un joven delgado y melenudo, y el líder alemán lo llamó. El joven se acercó a la mesa.
– Te voy a presentar a este joven -me dijo en inglés- que escribirá la historia de España en los próximos años. Se llama Felipe González.
Hoy las cosas son diferentes. La mala calidad de los líderes políticos europeos es la responsable de la aguda crisis en que se debate el viejo Continente.
Acabo de retornar de Francia e Italia y he visto en las calles el reflejo de su recesiva crisis económica y social. En lo que es un fenómeno nuevo, los desempleados han invadido las calles y plazas de las principales ciudades como vendedores ambulantes -son inmigrantes africanos y rumanos, especialmente- que acosan y persiguen a los transeúntes para que les compren sus baratijas, de cuya venta de cada día depende su subsistencia.
Como parte de la crisis ha surgido la economía informal -que antes era característica exclusiva del mundo subdesarrollado- en choque contra la tradicional formalidad jurídica europea.