Pareciera que la paranoia es una enfermedad directamente conectada con el poder, con el autoritarismo, con los miedos, pero principalmente con la conciencia, que es la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta, según la definición de la Real Academia Española.
Henchidos de poder, algunos políticos que se sienten predestinados, como si Dios los hubiera colocado sobre un trono, desahogan todas sus debilidades mediante la palabra que hiere, que lastima y que también busca lástima o compasión.
Toda enfermedad es lamentable, especialmente el cáncer por su poder destructivo casi inevitable de vencer. Cuando esa enfermedad llega, pareciera que la cuenta regresiva de la vida comienza a correr, a marcar los días y las horas.
No todos enfrentan de la misma forma ese fatal estado. Chávez, por ejemplo, desarrolló una teoría muy curiosa respecto de la responsabilidad del imperialismo “yanqui” y su supuesto poder de generar una invasión misteriosa a través de los alimentos para atacar a las células de los hombres predestinados para gobernar a la América Latina de Bolívar, Martí o Sandino.
La locuacidad permite al líder desarrollar ideas muy cercanas a la ficción y mientras haya gente que se la crea, la oferta verbal será ilimitada, surrealista, fantasiosa. Las masas aplaudirán, se conmoverán y expresarán toda su solidaridad con el líder caído en desgracia, especialmente si es que la enfermedad fue causada por la gran potencia imperialista que domina el planeta.
Así presentado quién puede poner en duda la palabra del predestinado, por paranoica que parezca. Lo que sí es grave es que gente educada, con un nivel intelectual avanzado se lo crea, como ocurrió hace poco con una distinguida dama que mediante un artículo advirtió a nuestro Mashi que se cuide para que no le suceda lo mismo que a Chávez, a Lugo, a Cristina o a Lula.
Los que creen que Lula se traga cualquier cuento están muy errados. El año pasado fue diagnosticado con cáncer a la faringe, ya ha recibido dos sesiones de quimio y de radioterapia, exitosas según los médicos. Al obrero metalúrgico jamás se le ocurrió insinuar que su enfermedad la adquirió después de reunirse con Bush o con Obama.
Afrontó la enfermedad con mucha tranquilidad, con fe y también con la certeza de que la medicina desarrollada en Brasil alcanza estándares internacionales reconocidos por la comunidad científica mundial.
Tras la segunda sesión quedó listo para integrar el equipo ‘Gaviões da Fiel’, una de las escuelas de samba más importantes de Sao Paulo, auspiciada por el Corinthians, el equipo de fútbol que tanto lo apasiona a él y a por los menos 30 millones de brasileños.