Una llovizna caía sobre el Centro Histórico de Cuenca. Eran las 19:00 y José (nombre ficticio) cubría su cabeza con una capucha turquesa. Estaba inquieto: se paraba, se sentaba, cruzaba la calle y miraba impaciente a los vehículos que se aproximaban a él.
José estaba en la esquina de las calles Honorato Vázquez y Mariano Cueva, en el barrio La Merced. Esta es la misma zona donde el 6 de febrero último se registró el asesinato de una niña de 12 años, en medio de un tiroteo.
El presunto autor del crimen, Johnny O., de 25 años, escapó.
A los vecinos de ese barrio no les llama la atención la presencia de José, un joven de 1,65 m de estatura y de tez blanca. Por unos 20 minutos le acompañaban otros dos adolescentes. Algunos moradores los observan por las ventanas de sus casas. Pero no les sorprende lo que ocurre.
“La (Honorato) Vázquez es la calle de la droga”, repetía en voz baja, una y otra vez, una vecina que no se inmutaba al ver a José.
A unos 30 metros, otras dos mujeres de unos 22 años también se movían de forma sospechosa. Esa noche había unas ocho personas comercializando drogas en las tres cuadras contiguas.
“La Merced es famosa y no es sorpresa”, según los vecinos.
Desde hace cinco años, este es un lugar que cuenta con atracciones turísticas: bares, hoteles, hostales, restaurantes, cibercafés, tiendas de ‘souvenirs’, etc. Es decir, hay un abanico de opciones para la diversión nocturna.
Esa noche, el cielo estaba nublado, sin luna y oscurecía aún más el sector mal iluminado. Cerca de las 20:00, un hombre de unos 35 años que vestía ropa deportiva se le acercó a José.
Él levantó la mirada y recibió algo en sus manos. “Ve, allí está. Ese hombre les entrega la droga a los vendedores”, contó un joven que espiaba los movimientos.
En una acción rápida y percatándose de que nadie lo viera, José escondió la droga. Una parte la guardó en la bragueta de su pantalón, mientras que la otra la enterró junto a un pino de 1 metro de alto. El árbol estaba rodeado de rejas de hierro.
En ese sitio cayó abatida por un tiro en la cabeza la niña y aún había huellas de la sangre. Pero eso no le llamó la atención a José, quien camufló pequeños sobres entre las hendiduras de las puertas enrollables de los negocios cerrados o en cualquier espacio que pasara desapercibido.
“Son envolturas pequeñas, del tamaño de un fréjol o más, y que se ofrecen desde USD 3”, contó un joven que ha comprado alcaloides en la zona. Al poco tiempo, un vehículo que circulaba despacio se detuvo. José, quien estaba junto al pino, se le acerca simulando limpiarse las manos mojadas por la lluvia que caía a esa hora.
Sacó de su pantalón pequeños sobres de papel, en forma de tubos y los entregó. A cambio recibió dinero y lo guardó en el bolsillo derecho del jean. Fue un intercambio rápido. Según investigaciones de la Policía, en la zona hay más de 50 vendedores de droga (cocaína, heroína, o marihuana) al menudeo, que pertenecen a bandas y que se disputan territorios para comercializarla.
Una persona que trabaja en el sector contó que nunca hay policías de forma permanente en las noches. “Cruzan agentes en patrulleros o motos, en el mejor de los casos, dos veces en una noche.
Esa noche, hasta las 23:00 se registró el paso de dos policías en una moto. José no se inmuta.
La Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) tiene un registro de cinco barrios de expendio masivo de alcaloides en Cuenca. En esa lista están La Merced, Terminal Terrestre, Feria Libre, El Arenal, Barrial Blanco y Barrio Cayambe.
La Dinapen trabaja en el tema porque en todos los sitios de expendio también hay menores de edad, precisó Patricio Rentería, de la Dinapen-Azuay. Según el fiscal distrital, Hernán Flores, Cuenca es la cuarta ciudad de consumo de drogas, después de Quito, Guayaquil y Manta.
A las 21:00, la actividad de José recién comenzaba. Regresó al arbusto, se agachó y con su mano derecha escarbó la tierra y extrajo más paquetes. Los guardó en el pantalón. Mientras se fregaba los ojos con los dedos como si estuviera cansado, llegó otro cliente.
Esta vez, un hombre se le acercó a pie y lo saludó a lo lejos. Pasadas las 22:00 hay pocas tiendas abiertas. Pero la zona mantiene un alto movimiento de vehículos y gente que llega en busca de diversión.
Se escucha la música de ritmos contagiantes que sale de las discotecas y bares. Esa noche, en menos de una hora, hizo seis intercambios. Entregaba el producto y se apartaba bajándose y subiéndose la capucha. Siempre, en medio de un ambiente lúgubre.
La violencia en Azuay
Datos del Sistema de Información para la Gobernabilidad Democrática (Sigob) refieren que en enero del 2012, tres asesinatos y homicidios hubo en Azuay.
La misma dependencia informa que en enero del 2012 se reportaron 95 asaltos a personas y 69 robos a domicilios en Azuay.
En el 2011, el Sigob registró 37 homicidios y asesinatos en Azuay. También hubo 831 robos a personas, 613 robos a domicilios y 212 robos a locales comerciales.