La sociedad vive un cisma. Una posición, apoyada en las enseñanzas de la Iglesia, proclama la tesis Provida, contraria al aborto, calificándolo de asesinato. Otra posición, de origen laico, defiende la interrupción del embarazo como derecho de las mujeres. Hay personas de convicciones profundas en ambos lados del debate.
La tesis Provida tiene acogida en las leyes de países de profunda fe, tanto católica como musulmana: América Latina (salvo Uruguay), el Medio Oriente, partes de África y la musulmana Indonesia. En Europa, sólo en la profundamente católica Polonia de Juan Pablo II.
Hoy, la Corte Constitucional, acogiéndose a un resquicio del Código Penal, que permite el aborto de mujeres con discapacidad víctimas de violación, sentencia que esa disposición es discriminatoria, y que el aborto es legal en todo embarazo fruto de violación.
¿Qué posición corresponde a un jefe de Estado, cuando una sentencia de la Corte, o un proyecto de ley, contradice sus más íntimas convicciones religiosas? Guillermo Lasso, como también Rafael Correa, es de profunda fe católica (ambos educados en el mismo colegio lasallano de Guayaquil), y firmemente opuesto al aborto. Su esposa en twitter instó a orar para que la Corte no lo despenalice.
Lasso Mendoza dirigió una carta a la Nación, expresando que como demócrata respeta la decisión de la Corte y asimismo lo hará su gobierno.
Esta decisión le traerá a Lasso contrariedades en su círculo más íntimo de familia y amistades. Pero es la correcta. No es el primer presidente en vivir esa experiencia.
Una situación incluso más difícil vivió Valery Giscard d’Estaign, como presidente de Francia. Giscard pertenecía a la alta burguesía, estudiado en colegio católico, discípulo de Santo Tomás, fiel que oía misa junto su familia todos los domingos.
En los 70 Francia vivía una gran ofensiva de mujeres militantes contra instituciones y leyes que consideraban las mantenían como ciudadanas de segunda. Exigían entre otras cosas la despenalización del aborto y el divorcio por mutuo consentimiento. En 1975, Giscard declaró ¨Soy católico a título personal, pero como presidente de la república debo tomar en cuenta a la mayoría de los franceses¨ y dispuso que su ministra de salud presente la ley de aborto en la Asamblea Nacional, la misma que fue aprobada.
Ese mismo año Giscard fue al Vaticano a tratar el tema con Pablo VI quien manifestaba su descontento. Giscard le explicó: “Somos una sociedad civil en la que hay creyentes. Ustedes dictan reglas para los creyentes, que yo respeto. Pero para los no creyentes, aquella sociedad civil en el pasado votó leyes que dieron origen a grandes desigualdades y grandes sufrimientos que dejaron de ser aceptables. No soy yo quien los ha convencido”.
Presidente católico, Estado laico. Lasso adopta la posición correcta.