Más allá de la bocanada de optimismo y de confianza que ha significado el claro triunfo de Guillermo Lasso en el balotaje del 11 de abril, es indispensable tomar conciencia del
enorme desafió del nuevo Gobierno que asumirá el 24 de mayo.
No cabe la queja sobre las circunstancias en las que se recibirá el país, la crisis económica, los brutales efectos de la pandemia, el altísimo endeudamiento público, el insostenible gasto fiscal y otros temas de sobra conocidos por el presidente electo. Él y su equipo están bien enterados de esta realidad y en ese escenario redoblaron los esfuerzos para ganar las elecciones y acceder al poder. Ahora es tiempo de conformar el equipo de gobierno, diseñar políticas y estrategias, proponer reformas constitucionales y legales, y, sobre todo, obtener el apoyo de todos los ciudadanos, cada uno en su campo, para -en una tarea conjunta y sin desmayo- sacar adelante a la nación.
Después de una caída del 8% del PIB en el 2020 -la mayor de los últimos 50 años- aspirar a un raquítico crecimiento del 3 o 3,5% en el 2021 y tasas todavía menores el 2022 y 2023, es totalmente inaceptable. Significaría asumir una actitud derrotista incapaz de provocar un cambio radical en el manejo de la economía y condenar a la población, especialmente a la de menores ingresos, a permanecer en el desempleo, la escasez y la desesperanza. Y eso no puede ser. No debe ser. Así como remontar del 20% de los votos de la primera vuelta al 53% en la segunda parecía misión imposible, pero se logró a base de esfuerzo, persistencia y ductilidad para modificar el mensaje y conectarse con grupos que estuvieron ausentes en la fase inicial, tampoco será imposible inyectar fuerza, carácter y ambición para dominar la crisis y salir adelante. La inversión requiere confianza y sin inversión no se crean empleos.
Lo anterior con plena conciencia de la realidad política y social. La tarea es inmensa pero posible. Es indispensable comprometer a todas la élites: políticas, académicas, laborales, profesionales, empresariales, de otros grupos sociales, en fin, representativas de toda la sociedad, para que, conocedoras de la realidad, apoyen las acciones que serán indispensables adoptar (que no podrán nuevas cargas a las ya empobrecidas mayorías), y se comprometan de manera inclaudicable a empujar los esfuerzos ciudadanos en la misma dirección. Habrá tropiezos e iniciales reacciones negativas, pero habrá que superarlos.
Ha sido claro el presidente electo en desechar cantos de sirena de personajes que de pronto aparecieron como demócratas ejemplares que buscaban la unidad nacional, pero por lo bajo preparaban las armas para una oposición radical al nuevo gobierno. El estandarte blanco a cambio de perdón y olvido, además de inmoral, podría atrapar ingenuos, pero no a quien ha triunfado en el tercer intento.