Hoy se inicia en nuestro Ecuador una etapa de esperanzas y éxitos. El Presidente elegido ayer debe atender miles de requerimientos millonarios: pago de deudas atrasadas, reparación de los muy graves daños q por la estación lluviosa; lo que es más, invertir en el combate para salvar a los enfermos con la pandemia; y, adicionalmente a los sanos que reciben y deberán seguir recibiendo vacunación que tiene costos elevados. Todo ésto exige de la caja fiscal erogaciones de 1.296 millones de dólares. ¿Con qué dinero atenderá los pedidos y exigencias de nuevas obras que reclaman desde muchos lugares del país? ¿Y la deuda externa?
Los acreedores nacionales, impacientes con razón, deberán esperar más tiempo, pero como están urgidos es probable que sus exigencias las apoyen con protestas y hasta paros. Los mestizos, que se autodefinen como “indígenas”, pronto ejercerán las medidas de fuerza, conforme la amenaza ya hecha, porque se sienten perjudicados con fraude electoral.
De así ser –y ojalá no suceda- las nuevas autoridades deberán imponer disciplina, dentro de los límites previstos por las leyes y los instrumentos jurídicos internacionales vigentes. Con prudencia y mesura, respetando los derechos humanos deberán intentar un clima de paz necesario para el desarrollo, aun negociando erogaciones parciales.
Se torna necesario un cambio en la costumbre de enriquecerse prontamente en los altos cargos de la Administración, la costumbre de fugar a países extranjeros con el producto de los perjuicios causados y creer que todo quedará en nada con el alegato de que son “perseguidos políticos”.
Y cómo olvidar al legislativo y su Asamblea Nacional, desacreditados y con apenas adhesión del 2% de los ciudadanos. Con varios “honorables” procesados judicialmente por cobrar “diezmos” a subalternos, entre ellas una mujer que ocupó nada menos que la Vicepresidencia de la República; otros, que han obtenido documento de “discapacitado” con el que consiguen más ventajas económicas.
Pero miremos también a los sectores de menores recursos económicos y faltos de trabajo. En ese sector se ha asentado y florecido el narcotráfico; el asesinato con ejecuciones demasiado crueles; los ladrones que desvalijan negocios y personas, sin detenerse ni en el comercio de fundas para cadáveres víctimas de la peste; sin que les importe ni la vida de la esposa a quien asesinan; y toda aquella lista de actos que causan inseguridad. Sumemos la indisciplina rayana en el caos.
En el intermedio, sin llegar a la pobreza hay gente que acumula accidentes de tránsito, con centenares y hasta miles de víctimas.
¿Será posible cambiar la vida de tanta gente ubicada en pobreza y desocupación? ¿Y a los indisciplinados?
No demos acogida al pesimismo. No olvidemos que lo último que muere es la esperanza.