Hace diez meses, todos nos enfocábamos en quedarnos en casa para evitar los efectos -entonces aún más desconocidos que ahora- del coronavirus originario de Wuhan. A un año del #quédateencasa, casi se ha vuelto parte del paisaje enterarnos del número de contagios y de muertes. El mundo, se dijo, no volverá a ser el mismo. Y, de hecho, ya no es el mismo.
Aprendimos a teletrabajar, a vivir con mascarilla; a ver cómo las empresas atadas a los patrones tradicionales desaparecen sin remedio; a ver a mucha gente escoger entre sobrevivir o contagiarse; a esperar la llegada de la vacuna en función del peso de cada país.
En esas circunstancias, hoy iremos a las urnas. Nadie ignora que la de hoy será una elección importante: no vivimos en un país en donde no hay mayor diferencia entre votar por uno u otro candidato que, si bien pueden discrepar en las formas, comparten ideas parecidas sobre el manejo del Estado.
En el Ecuador vivimos una larga polarización que requiere expresarse y decantarse políticamente. Por eso es importante a quién escojamos para la Presidencia de la República y para la Asamblea Nacional, que forma parte de la indispensable colegislación.
Desde 2008 en la Constitución y desde 2009 en el Código de la Democracia, el concepto del voto válido cambió y puede favorecer a quien llegue primero, al aumentar la diferencia con el segundo, al punto de que se vuelva innecesaria la segunda vuelta; la gran dispersión de candidatos puede amplificar el efecto. El voto útil, tema esgrimido por varios candidatos ante el electorado, también pesa.
Ese es el panorama de estos comicios. Más allá de la necesidad de obtener el certificado electoral, es importante que el ausentismo no incida en los resultados de este día, de modo que en las urnas se refleje el deseo de todos quienes están habilitados para sufragar. Ya lo hicieron las personas privadas de libertad sin sentencia y muchas personas con discapacidad. Hoy muchas de estas últimas serán parte de quienes acudan a decidir su futuro.
Si bien puede haber miedo por el contagio, hay que confiar en las medidas de bioseguridad implementadas, que nunca serán perfectas pero en buena medida están en nuestras manos. El cumplimiento del distanciamiento dispuesto, el uso de mascarilla y de gel o alcohol, se completarán con las acciones a cargo de los otros actores de la jornada.
Además de llevar un esferográfico propio (azul o negro), tener ya la decisión tomada antes de entrar al recinto y acercarse a la mesa, aligerará la posibilidad de contagio. Algo que juega a favor es que, después de 24 años, se volverá a la votación en plancha para asambleístas, de modo que el tiempo de permanencia no debiera ser muy largo.
Ejercer el derecho -y la obligación- del voto se vuelve indispensable también esta vez. De manera que #notequedesencasa.
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