Vuelve al debate público el tema de las armas en manos de los ciudadanos. Es un tema polémico. Los delincuentes tienen armas de alto poder, matan, roban y huyen en la mayoría de los casos en la impunidad. Si van a la cárcel, algunos jueces los liberan rápido, tal vez por presiones, amenazas o hasta coimas. Otros hacen nido de sus actividades ilícitas y siguen dirigiendo operaciones delictivas desde las celdas. Narcotráfico, asesinatos y robos ordenados desde prisión y con sofisticados teléfonos.
Los ciudadanos circulan desarmados y son víctimas de robos y algunos son heridos y los matan. La Policía no siempre llega a tiempo y puede actuar.
Es un tema delicado que en cada campaña roza con propuestas demagógicas. Se agita el populismo penal y el debate sobre penas más duras y la pena de muerte. Las cárceles están saturadas y eso que no han cogido a todos los delincuentes prófugos por corrupción.
Los ciudadanos armados pueden hacer estallar más violencia. En Estados Unidos hay libertad para comprar armas y las matanzas en los colegios y universidades proliferan. Ese no parece ser el camino correcto. Una persona armada puede reaccionar con violencia y cuando se siente indefensa actuar para proteger su vida pero llevarse la de otra persona. Pero las personas que han perdido familiares asesinados y que quedan en la impunidad piensan que sería una solución.
Es un debate eterno pero la violencia genera más violencia. El estado actual de cosas genera impunidad. Ciudadanos de bien presos en sus casas, delincuentes libres matando y trovando.
Debemos encontrar una solución razonable con fuerzas del orden bien equipadas y en un numérico estadístico para garantizar la vida de las personas, un derecho humano fundamental.