El cielo y el estero Salado se funden en un panorama ocre hacia el puente peatonal Barcelona. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Guayaquil tiene una estrecha relación con el estero Salado. Los ramales atraviesan la ciudad y, en zonas como el Suburbio, el desarrollo urbanístico ganó espacio a la naturaleza.
En la parroquia Febres Cordero, las orillas han desaparecido y solo se observan las filas de innumerables casas, de construcción mixta. Este ensayo fotográfico fue realizado entre las 16:30 y las 18:30: la intención era captar las tonalidades de colores que se generan en el atardecer. Con la caída del sol, en esta época, se observan tonos entre amarillo y naranja. Esos colores y los de la inquieta urbe se reflejan en las tonalidades del estero.
La quietud del Salado se rompe en el inicio del puente peatonal en la Calle 32, en el Suburbio. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
El centro de la urbe se proyecta como un espejismo junto al puente de la calle 17, en el Suburbio. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
La fe destella junto al puente de la 17, donde se ubica la iglesia Ascensión del Señor. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO