El fin del estado de excepción jamás debe ser tomado como la relajación o el cambio de prácticas indispensables.
Entre los aspectos a tener en cuenta, evitar contagios, impedir la saturación de hospitales y las unidades de cuidados intensivos es prioritario.
Otros temas tienen que ver con la seguridad, la autodisciplina y la responsabilidad personal para cuidarse, proteger a la familia y a la comunidad. Estar debidamente informados y ser conscientes hace la diferencia.
Uno de los aspectos que marcó el confinamiento al inicio de la pandemia fue la prohibición de circulación casi total. Hubo desajustes pero se definieron de inmediato actividades esenciales que no podían paralizarse: personal de salud, fuerzas de seguridad, servicio de medicinas y comida, producción básica.
En los primeros días de toque de queda, los productores del campo y los exportadores pasaron algunas dificultades superadas con buena voluntad y comprensión de las autoridades. Se emitieron salvoconductos.
Al terminar el estado de excepción esa potestad está pasando peligrosamente a manos de todas las autoridades cantonales. Algunas ciudades ya controlan el tránsito y tienen personal suficiente. Pero algunos cantones no tienen personal con el cual ejercer control.
En el caso de Quito se ha informado que hasta el 31 de octubre rigen los salvoconductos nacionales y el Distrito Metropolitano piensa sustituirlos paulatinamente. Las autoridades del ramo a nivel distrital creen que hubo excesos, abuso y hasta falsificaciones del documento.
Mientras las cámaras de la producción han pedido liberar el tránsito para así mejorar la circulación y promover la producción y la reactivación, el Cabildo sigue en su empeño.
Hace unos días la autoridad dijo que no había medidas escritas en piedra. La ciudadanía no tiene elementos claros que le hagan suponer que el nuevo salvoconducto va a ser emitido sin contratiempos.
El manejo se puede prestar a incorrecciones. Mejor sería que lo emita la autoridad nacional. Así coordinaría la movilidad con visión de país.