Aún antes de la pandemia, el 71% de los jóvenes habría preferido ir a un dentista que a una sucursal bancaria y el 33% incluso creía que no necesitaría de un banco en los próximos 5 años. La conectividad y la transformación digital estaban ya generando un impacto profundo en el sector financiero y en el comportamiento de los consumidores. Con esta crisis, estos cambios se están ahondando y no parece que vayan a dar marcha atrás.
La banca tradicional ha tenido que acelerar sus procesos de innovación y modernización tecnológica para estar a la par de las demandas de atención tecnológica de sus clientes. En el Ecuador, al menos 9 bancos han creado laboratorios de innovación para enfrentar estos desafíos. Además, nuevos actores han entrado a la escena: del matrimonio entre lo financiero y lo tecnológico, nacieron las fintech, un modelo disruptivo de servicios financieros a través de plataformas digitales y dispositivos móviles.
Hasta el 2018, existían 1.332 empresas fintech en América Latina, de las cuales 954 estaban localizadas en México, Brasil y Colombia. Ecuador aparece en la lista con 34 empresas. Estos números están aumentando continuamente, no solo en la cantidad de empresas, sino en nuevos servicios.
Sin salir de su encierro, actualmente se puede acceder a una creciente gama de productos como transferencias, remesas, cambios y pagos electrónicos, inversiones, facturación y crédito en línea, financiamiento colaborativo, seguros y muchos más. A través de procesos más ágiles y automatizados, esta revolución tecnológica está mejorando la eficiencia de los servicios financieros y profundizando la inclusión financiera de quienes estaban al margen del sistema tradicional.
Esta tendencia no está libre de riesgos y la autoridad supervisora deberá mitigarlos para asegurar la protección del consumidor, la privacidad de la información y el origen lícito de los fondos, sin incurrir en excesos regulatorios que inhiban la inversión y la innovación. De esta manera, se puede propiciar un sano crecimiento de este sector que favorezca a la mayor cantidad de ciudadanos.
De acuerdo al FMI, el covid-19 ha incrementado la demanda de servicios financieros digitales y representaría un punto de inflexión en beneficio de las pequeñas empresas y la población vulnerable. Además, una mayor inclusión sería un factor clave para la recuperación del crecimiento económico post pandemia.
Para que sea una realidad, al ingenio de emprendedores privados deberán sumarse políticas públicas que amplíen el acceso a la infraestructura digital para la mayoría de la población. La falta de conectividad adecuada o elevados costos, especialmente en zonas rurales, estarían dejando al margen de este, y otros servicios fundamentales como tele educación y telemedicina, precisamente a la población que más los necesitaría en esta emergencia.