Hermann Hesse, cuya muerte hace 50 años se recordó con diferentes actos el 9 de agosto, recibió a lo largo de su vida miles de cartas procedentes de todo el mundo, a las cuales respondió casi siempre de propia mano. Parte de esa correspondencia se encuentra hoy en el Archivo Literario Suizo en Berna.
“Este obsequio lo recibimos en julio pasado desde Estados Unidos”, indica el archivista Lukas Dettwiler, quien trabaja en el Archivo Literario Suizo desde 2003. “Se trata de una donación de la familia Ullmann, que antes vivía en Zúrich y le alquilaba una habitación al novelista, quien con frecuencia viajaba a esa ciudad en las décadas de 1920 y 1930”.
Entre las alrededor de 50 postales y cartas de esta donación se encuentran comunicaciones de índole práctico, como el despacho de su correspondencia personal o el envío de calcetines de lana.
Cabe decir que al Archivo Literario Suizo llegan con regularidad misivas descubiertas en el diván de los familiares de aquellos que mantuvieron correspondencia con Hesse. El propio escritor conservó unas 40 000 piezas de correspondencia a su nombre. Gran parte de esta comunicación epistolar se encuentra en Berna y otro buen número en el Archivo Literario Alemán de Marbach.
Seis mil libros de la biblioteca del literato de su residencia en Montagnola, en el Tesino, se conservan en Berna. “Todos esos libros los tuvo en sus manos, es impresionante”, comenta Dettwiler. “Hesse no solo escribió un sinnúmero de obras y poemas, sino que también leyó mucho y redactó unas 3 000 reseñas literarias”.
Correspondencia con contemporáneos y fans
“Aquí se encuentran las cajas con las cartas que Hesse recibió”, señala Dettwiler. Entre ellas se encuentran firmas de personalidades como la del autor suizo Robert Walser, el escritor austriaco Stefan Zweig, o la correspondencia que Hesse mantuvo con el psicoanalista J.B. Lang. Se trata de más de 100 cajas en las que se encuentran ordenadas y rotuladas más de 20 000 cartas de 6 000 remitentes provenientes de unos 100 países. Además de colegas literarios, pintores y músicos, Hesse se escribía con personas “comunes”, que lo admiraban en todo el mundo. Hay cartas procedentes de Tel Aviv, Santiago de Chile, Nueva Delhi, Tokio, varias ciudades de EE.UU. y del continente europeo.
“Mire esta perla”, dice orgulloso el archivista al extraer cuidadosamente una carta centenaria de su fino envoltorio. “Es del año 1908 y la firma Elisabeth Goller, diseñadora de moda y gran admiradora de Hesse”. El Premio Nobel de Literatura (1946) era bien conocido por la atención que prestaba a su correspondencia. Dedicaba más de una tercera parte de su tiempo de trabajo a las misivas, según Volker Michels, lector y editor de la casa Suhrkamp, que imprimía sus obras.
La opinión de Hesse como apoyo existencial
El escritor respondía a un sinnúmero de preguntas a través de su correo. “Esas respuestas son una fuente inagotable sobre su vida y obra a través de cortos y fascinantes relatos. No hay casi ninguna pregunta existencial a la que el escritor no se haya referido”, escribe Michels sobre el tema.
Amor, matrimonio, vida en común, muerte, tristeza o religión: temas todos que tienen lugar en la obra de Hesse, algo que no era corriente en esos tiempos.
El archivista bernés recuerda la pregunta de una mujer sudamericana: “Vivo en un matrimonio adinerado, pero soy infeliz. ¿Tiene un consejo para que pueda cambiar mi vida?”. Hesse le respondió si ya había intentado ejercicios de yoga. “Pese a que tal vez la cuestión le resultó incómoda, decidió responderle extensamente. Lo consideró pertinente”.
Multifacético
¿Hesse se habría alimentado para escribir sus obras de ese inhabitual e intensivo intercambio de cartas o acaso le resultaba una compensación a su vida solitaria en la que poco toleraba las visitas? El archivista no puede responder a esta incógnita, pero le queda claro que Hermann Hesse sentía una fuerte responsabilidad para con sus lectores. “La gente no le resultaba indiferente”.
De algún modo, el escritor también resultaba útil a sus remitentes, era visto como consejero espiritual, como terapeuta, responde Lukas Dettwiler. “Para algunos era más bien un gurú, una figura espiritual”. Pero el propio autor no se consideraba como tal. “Hesse estaba en la búsqueda, sin saber hasta dónde le llevaría ese alto grado de exploración”.
Las cartas son una fuente más para descubrir y conocer a Hesse, porque ofrecen una imagen completa suya. Muchos de aquellos con los que se cartea ven en él un reflejo de sí mismos, pues les da la sensación de no estar solos con sus lamentos o inspiraciones.