Crearon una nueva clase media que, a cambio de privilegios y estatus -empleo, acceso a créditos, becas en el exterior para sus hijos… e incluso uso abusivo de carnés para personas con discapacidad- debía ser la corte para que el modelo y el líder del modelo se perpetuaran.
Los eslóganes nacionalistas y las campañas de posicionamiento político, aquí y en el mundo, tuvieron el mismo objetivo que las reformas institucionales, los inservibles megaproyectos que enriquecieron a miles y los anuncios nunca cumplidos de cambiar las matrices energética y productiva: crear un cerco indestructible y fiel para ‘irse a volver’.
De hecho, sigue siendo visible cuán amarrado han tenido al sistema judicial y cómo Correa sigue reclamando su derecho a participar en política, aunque no tiene los arrestos para venir a enfrentar a la justicia. Seguramente está con covid-19, como la mayoría de abogados de la defensa en el Caso Sobornos.
La corte ha sido usada no solo por monarcas sino por totalitaristas y falsos demócratas. Putin, a partir de una campaña con bonos para los electores, pudiera quedarse hasta 2036; Xi Jinping se galvaniza cada día más; Erdogan prefiere ratificar su misión personal y desinteresarse de la alicaída Unión Europea.
Trump y Bolsonaro nos ponen frente a una perspectiva distinta de la democracia. Maduro, buen sucesor de Chávez y de Castro, muestra también ese lado ominoso del poder personalista repartido con los militares. El mesianismo se arropa en cualquier ideología.
Ha habido en estos días algunas señales para las elecciones del 2021, cuando tendremos un país más pobre e inequitativo. Lo peor que pudiera pasar es que el correísmo, en cualquiera de sus formas, rebrotara en el poder para saldar cuentas, y retomar un proyecto económico, político y social desastroso.
Sonnenholzner saltó al ruedo en un andarivel más pragmático que político, pero tendrá que distanciarse del gobierno -de algunos acólitos ebrios de poder- y lograr estructura nacional.
Nebot renunció a su candidatura y pese a sus cinco precandidatos habla de unidad más allá del partido. Lasso se lanza bajo la creencia de que la tercera es la vencida, pero deja abierta la puerta. La izquierda y el centro siguen deshojando margaritas.
No he vivido bajo un gobierno de unidad nacional; he leído que terminó mal. Cualquier unidad hoy debe articularse para redefinir un modelo económico que aproveche las potencialidades del país frente a las nuevas circunstancias, lo cual no evitará seguir buscando financiamiento para pagar la gran comilona correísta y la factura del otro virus.
Y hacer un nuevo contrato social, con estímulos que se usan bien en otros países, para dejar de tener ciudadanos de primera y de cuarta clase. ¿Qué precandidato tiene la visión y la capacidad de gestión necesarias, y la voluntad de rodearse de los mejores?