Yo acuso a la mala educación por ser cómo somos y tener los líderes que tenemos. Esa educación que nos ha enseñado a no tener pensamiento crítico e integral ni sensibilidades.
Uno de los mayores problemas del mundo ha sido la manera cómo se ha administrado la crisis de la pandemia. Líderes que han adoptado las decisiones adecuadas y oportunas, reduciendo el impacto del virus. Líderes ignorantes, prepotentes, o mal asesorados causan dolor y miles de muertes que pudieron evitarse.
La mayor cualidad de un estadista es saber que no sabe todo, disponer de la mejor información, tener sentido común e inteligencia emocional. Es no tener esquemas mecánicos y unidireccionales en su cabeza y estar abierto a entender la complejidad y diversidad de la realidad. Y sobre todo, tomar las decisiones inspiradas en el bien común y en una visión estratégica.
Un líder, por más inteligente e informado que sea, pero que toma decisiones en función de la coyuntura y de los intereses de cualquier poderoso grupo, es nefasto para la nación.
Ese buen líder que sabe que no sabe todo, y que sabe que sus ministros tampoco saben, en la excepcionalidad de la pandemia, debía haber creado un grupo consultivo, del más alto nivel, que trabaje en equipo, desde un enfoque multidisciplinario y procesual, información y recomendaciones de políticas para el presidente. Ese equipo debía estar compuesto por epidemiólogos, por obvias razones. Pero por la complejidad de la crisis debía estar compuesto de economistas, para respuestas a la escasez de recursos y desempleo; psicólogos, para elaborar estrategias de contención emocional frente al encierro, violencia intrafamiliar; historiadores, antropólogos y sociólogos para comprender a la sociedad y diseñar, junto a las comunidades, respuestas a la crisis; y pedagogos, para educar a la sociedad en nuevos hábitos de higiene y formación en valores. Además, este equipo asesor debía tener el suficiente peso moral y científico para que los altos funcionarios gubernamentales tomen en serio su asesoramiento, y sobre todo para crear en la población confianza y seguridad, cruciales para afrontar esta situación apocalíptica.
¿Se conformó este equipo en el Ecuador? Si se lo conformó, ¿quiénes son? Y ¿Hasta dónde las autoridades les hacen caso? Hasta ahora los datos que tenemos son deprimentes: la información sobre la pandemia es insuficiente y caótica; análisis internaciones nos colocan el primer lugar del mundo en muerte por el Covid; colapso sanitario junto vuelta a actividades “normales” en Quito y otras ciudades; desmantelamiento del estado; desempleo incontenible, incremento de suicidios y violencia intrafamiliar, acumulado de bronca social.
Pasará la pandemia y el país evaluará las decisiones tomadas en este periodo. Ciudadanos establecerían un tribunal moral tipo Núremberg, para examinar el porqué de tantas muertes que pudieron evitarse.