Luego de años, en plena pandemia, he releído Diario de un cura de campo, de Georges Bernanos, en busca de belleza y quizá, de esperanza… El joven sacerdote que escribe cada día sus experiencias y reflexiones en la parroquia que le ha sido asignada, debe su vocación a su temprana, casi infantil experiencia del mal que carcome el universo humano. Con intensa vida espiritual, convencido de su incapacidad de cambiar el mundo al que fue destinado para ejercer el sacerdocio, muestra en su diario el singular poder de la Iglesia en la que cree, y cómo sortea los dolores de una enfermedad abrumadora que se desliza en la narración, toda ella, un inmenso, aunque desierto acto de fe. Pienso en la Iglesia católica y en el poder de esa fe, lastimada de dudas.
Leía, y conocí otra clase de misión eclesial, más evidente pero imposible de existir si no se alimenta con un auténtico espíritu sobrenatural.
La pandemia y la horrible corrupción agobian más la miseria de gran parte de nuestro pueblo; los sacerdotes ecuatorianos procuran ayudar a través de Caritas Ecuador y Caritas diocesana, como lo hicieron en el terremoto de 2016, que asoló nuestra Costa norte. Hoy han puesto en marcha la campaña ‘Que nadie se quede atrás’ y a través del presidente de la empresa española Dibeal que, a su vez, tomó contacto con un numeroso grupo de empresarios españoles, se lograron donaciones de alimentos y dinero: empresas y particulares enviaron tres contenedores con 45 000 kilos de alimentos, entregados a Caritas para su distribución: se repartieron entre nuestros pobres miles de ‘kits’ de provisiones, medicinas e insumos de bioseguridad. Tales empresarios, en momentos en los que España cuenta inmensas pérdidas en vidas y graves dificultades económicas, hacen lugar también, y en alto grado, al sufrimiento de quienes, en nuestra patria, sobrellevamos muertes y pobreza, y viviremos en los años por venir una aridez económica mayor que la que hoy vivimos.
Los alimentos se distribuyeron en diez diócesis de todo el país, cuatro de ellas Vicariatos Misioneros Amazónicos, lo que muestra la confiabilidad, entre nosotros y en el mundo, en la acción social discreta y eficaz que ejerce la Iglesia a través de Caritas. Al acto de recepción y entrega asistieron el vicepresidente de la República, el embajador de España y un numeroso grupo de amigos, voluntarios y responsables de Caritas Nacional.
El joven cura de la novela, apenas al inicio de su primera misión en Ambricourt y diagnosticado de cáncer de estómago, pierde el tren para volver a su parroquia y acude, casi agonizante, a la casa del único amigo con que cuenta en la ciudad, un sacerdote apóstata y miserable que, al verle cerca de la muerte, le pregunta, avergonzado, si acepta su absolución. El joven cura atina a reconocer: ‘¿Qué importa?: Todo es gracia’.
Dentro de esta íntima convicción, efectivamente, todo, lo material y lo espiritual, es gracia o don, y don de Dios, si se lo hace en ese espíritu.