Quinientos once epidemiólogos y especialistas en enfermedades infecciosas contestaron a una interesante pregunta planteada por The New York Times: Cuándo reiniciarán veinte actividades de la vida diaria, bajo el supuesto de que se desenvuelvan como ellos esperan la pandemia y la respuesta de la salud pública.
Entre las actividades que comenzarán pronto, el 64% menciona abrir el correo o paquetes sin tomar precauciones; pero solo el 41%, se inclina por cortarse el pelo en una peluquería. En esta materia existen discrepancias: para algunos, los salones de belleza son lugares relativamente seguros porque pueden evitar la acumulación de clientes y observar normas de seguridad; para otros, son los sitios más propicios para el contagio por el contacto cercano. Pero los desesperados por su aspecto físico creen que vale la pena correr el riesgo para corregir los improvisados y desiguales cortes hechos por manos inexpertas durante el aislamiento.
Entre las actividades que retomarán después de tres y doce meses, el 55%, responde enviar a los niños a la escuela, a una guardería o a un campamento; el 54%, realizar el trabajo en una oficina compartida; el 40%, viajar en autobús o metro y el 44%, en un avión; el 56%, cenar en un restaurante. Entre las actividades que reiniciarán después de más de un año, el 42% responde asistir a una boda o a un funeral; el 52%, dejar de usar mascarilla; el 64%, ir a un concierto, espectáculo deportivo o teatral; y el 42% abrazar o dar la mano a un amigo…
Antes que por el tiempo del calendario, la decisión de reemprender esas actividades se hallará condicionada por contar con tratamientos y vacunas; por la capacidad de los países de aplicar pruebas para detectar contagiados y hasta por el talante de cada individuo. Pero muchas de las respuestas evidencian algo que observa otro de los encuestados: la mayor víctima de la pandemia es la pérdida del contacto humano.
Corroboran a esa pérdida el aislamiento, la distancia social, el uso de mascarillas, entre los necesarios recursos contra el contagio; y la completa el miedo a la transmisión, por los portadores asintomáticos del virus.
El contacto humano es una expresión propia de cada cultura. Esa pérdida será mayor para los grupos donde sea mayor la cercanía, la proximidad, el contacto corporal en las relaciones interpersonales. Los psicólogos sociales deberán evaluar entre los daños que dejará el covid-19 las frustraciones y el dolor de los confinamientos en el mundo de los afectos.
El contacto humano es comunicación y vínculo con los demás y clave de nuestra condición y bienestar como seres sociales. Resalta como significativa señal de esa pérdida el que los especialistas, quienes más saben del virus, se priven de dar la mano o abrazar por más de un año.