Hay muchas maneras de despilfarrar el dinero público, pero pocas tan eficientes como subsidiar combustibles. Sobra aclarar que la palabra “eficiente” fue usada en sentido irónico.
Hoy parecería que estamos entrando en un proceso de reducción paulatina de los subsidios a los combustibles, por lo que parece sensato ver cuánto dinero se destinó, en las últimas cuatro décadas, a tan innoble propósito.
Porque subsidiar combustibles es algo que raya en lo absurdo, algo que, por decir lo menos, debería calificarse de innoble. Es un gasto absurdo porque no beneficia a los más pobres, porque beneficia a los contrabandistas y porque fomenta el daño medioambiental, pero sobre todo es innoble porque destina a esos fines cantidades enormes de recursos públicos.
Un cálculo del Observatorio de Energía y Minas de la UDLA concluyó que, entre 1979 y 2019, o sea en un lapso de 41 años, el Ecuador destinó USD 78 000 millones a subsidiar combustibles.
El estudio calcula el subsidio para diesel, gas y las gasolinas súper, extra y eco país, en cada año y lo ajusta por inflación, para así llegar al ya señalado monto de USD 78 000 millones actuales, o sea, toda la plata del mundo.
Para tener una idea de cuánto es el dinero del que estamos hablando, pensemos que equivale, aproximadamente, al 80% del tamaño de la economía ecuatoriana, o sea, el 80% de lo que todo el país produce en el transcurso de un año. O que con ese dinero se podría pagar toda nuestra deuda pública (interna y externa) y que hasta nos sobraría unos 20 000 millones.
78 000 millones es lo que el gobierno gasta en educación en más de 20 años o lo que gasta en cerca de 30 años en salud. Es tres veces el Presupuesto anual del Gobierno.
Y eso es lo que gastamos en subsidiar combustibles que, luego de su uso, se hicieron humo. Plata que se hizo humo.
De todos los años analizados, el récord lo tiene el 2013, cuando, en dólares actuales, se destinó más de 6 100 millones a subsidiar combustibles, a subsidiar a los dueños de vehículos de alto cilindraje, a calentar piscinas privadas, a abaratar los costos de producción de los narcos que se llevan nuestro combustible en canecas y sí, a alguno que otro “tractorcito”.
Pero seguro que hubiera habido mil maneras de gastar mejor esa fortuna.
En realidad, de los 78 000 millones despilfarrados en subsidiar combustibles en el período analizado, cerca de 43 000 se gastaron en el gobierno de Rafael Correa que así se llevaría el premio al gobierno que, de lejos, más ha subsidiado la destrucción ambiental al facilitarles la vida a los que producen CO2 y todos los otros gases que están matando al planeta.
Ya basta. Ya no más subsidios a los combustibles.