En estos días había escrito para este domingo un artículo sobre el arte de comunicar, pero el covid 19 o coronavirus me obliga a replantearme el tema. A pesar de que hayamos leído o escuchado tantas cosas al respecto, no quiero pasar de puntillas sobre un tema que nos afecta a todos de forma tan intensa y dramática.
En aislamiento forzoso e inmerso el silencio sonoro de Santa Cruz, he tenido tiempo para pensar, rezar y poner al día papeles y afectos… Es esta una buena oportunidad para poder hacer algunas cosas:
• Tomar conciencia de la propia fragilidad. Ya hace cientos de años, las Cantigas de Don Alfonso el Sabio nos recordaban que nuestras vidas eran los ríos que iban a dar a la mar, que es el morir. En un mundo tan autosuficiente y orgulloso de sus talentos, hambriento de bienestar, un virus microscópico nos ha puesto a todos de rodillas y patas arriba, tanto a los humildes como a los poderosos del mundo.
• Y, junto con ello, descubrir lo fundamental de nuestra vida. Quizá esta es la hora de la nostalgia de los amores perdidos, maltratados o ignorados, la hora del encuentro con nosotros mismos y con nuestra propia verdad, tantas veces escondida o maquillada por la usura del tiempo, la falta de transparencia o los intereses inmediatos que tanto nos devoran.
• También es tiempo de orar humildemente a Dios, unidos al pueblo peregrino que canta “Dios de amores,… salva al Ecuador”. Esta puede ser la hora de la fe y, por lo tanto, de la solidaridad, de la cercanía y del apoyo mutuo. Ojalá que los más vulnerables, no se sientan solos y abandonados.
• Y es el tiempo de darse una nueva oportunidad. Cuando todo esto pase, que pasará, y recuperemos la salud, los mercados y la tranquilidad, puede que volvamos a tropezar en las mismas piedras. Puede que sigamos levantando muros, destruyendo el planeta, haciendo más profunda la quebrada que separa a ricos y pobres. Pero, si somos diestros en aprender lecciones, puede que aprendamos a ser mejores, más humanos, capaces de luchar contra todos los virus que nos infectan.
• También esta es la hora de valorar lo que tenemos: la vida, la familia, los amigos del alma,… Hora de agradecer a toda la gente buena que, a tiempo y a destiempo, nos cuida y vela por nosotros. Así es la vida: en los tiempos de necesidad comprendemos con mayor fuerza la necesidad de amar y de ser amados, comprendidos y ayudados.
Por ello, y muchas cosas más que no caben en un artículo, les pido que se cuiden y que cuiden cuanto aman, que no salgan de casa y que se esfuercen en administrar bien el tiempo y la vida, hoy amenazada pero no rendida.
En los cielos de Italia resonó con fuerza el “Vinceró” del “Nessun dorma” de Puccini. Vale para todos nuestros cielos y nos recuerda la capacidad que el hombre tiene de encender las ascuas que duermen entre sus cenizas.