Recientemente se han publicado dos libros de recomendada lectura. El uno, el primer tomo de la biografía del Dr. Camilo Ponce Enríquez, documentada y objetiva. Las cartas complementan la obra al dar una idea precisa de su pensamiento y sentido de la amistad. Destaco varios hechos: estudios en Chile que conformaron su pensamiento político; Ministerio de Relaciones Exteriores a los 32 años, en el que por un tiempo fuera su Subsecretario Tobar Zaldumbide; periodismo; participación en las Comisiones de la Paz y la Guerra de Chapultepec y en la Convención de San Francisco que diera lugar al nacimiento de Naciones Unidas; fundación del partido Social Cristiano, con influencia de la doctrina social de la iglesia, del que queda solamente el nombre, al que deberían añadirse las siglas de sociedad anónima, y su desempeño como Ministro de Gobierno del Dr. Velasco Ibarra, en el que contribuye a que termine por única vez su período presidencial. En resumen, una biografía que hace justicia a la trayectoria humana y política del Dr. Ponce.
El segundo, las memorias inconclusas de Carlos Tobar Zaldumbide, escritas en castellano exquisito. Me falta un epílogo, redactado con pluma fina y fundamentado en su archivo personal y en los de Cancillería, que relataría las importantes funciones diplomáticas que desempeñara, de las que subrayo la Secretaría de la Delegación en Río de Janeiro cuando el Protocolo de su nombre, por la denuncia que se hace al develar que las Actas de la Delegación han desaparecido de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores; Canciller durante cuatro años, en el Gobierno de Ponce, así como la exitosa misión como Embajador Especial para conseguir los votos de los países americanos para la elección de Galo Plaza como Secretario de la Organización de Estados Americanos, OEA, de quien fuera temporalmente Secretario General de la Administración en su gobierno, y las Embajadas en Brasil como representante de la OEA y del Ecuador en Francia y las Naciones Unidas.
Tuve oportunidad de tratar a las dos personalidades. A Camilo por mi amistad con su hijo del mismo nombre y mi activa participación en la campaña presidencial de l 968, en la que le acompañé a varias giras electorales, en una época en la que los contrarios se expresaban con piedras y bala. Por los juegos de la vida, tuvimos con Carlos, por unos años, una relación familiar que me permitió conocerle cercanamente: compartir su pasión por la música y la lectura; aprovecharme de su ancha cultura y compartir amenas conversaciones animadas por un whisky.
A más de su valor intrínseco, los libros recensionados vienen a llenar un vacío en la historiografía nacional, en la que no son usuales las obras de este género que tanto la enriquecen y esclarecen.