Cuando se hace política económica las acciones que se adoptan en un determinado sector, pueden tener impactos en toda la economía. Es importante tener una visión macroeconómica clara de cómo funciona la economía, cuáles son las formas en que se interrelacionan las finanzas públicas con las cuentas externas, éstas con el sector monetario y financiero y, todas, con la producción, el empleo y los precios.
Un ejemplo simple puede ayudar a ilustrar estas conexiones: el perverso impuesto a la salida de divisas, ISD. Este tributo se creó en 2007 con la asunción al gobierno del ex presidente Correa, con el objetivo de frenar la salida de divisas. Esta meta del impuesto nunca se cumplió, pues a pesar de haberse incrementado el porcentaje del 0.5% al 5%, los capitales siguieron saliendo al punto que el ISD se llegó en convertir, en relativamente poco tiempo, en el tercero de mayor recaudación luego del IVA y del impuesto a la renta. Es decir, a pesar del impuesto, los recursos siguieron saliendo, demostrando la irracionalidad de haber implantado este impuesto. Sin embargo, con la debilidad de las finanzas públicas, ahora el presupuesto del estado depende en USD 1.200 millones anuales de este ingreso tributario, lo que ha dificultado su reducción, más aún su eliminación. No obstante, si nos reducimos a analizar este impuesto solo desde la perspectiva presupuestaria, estamos haciendo una lectura incompleta y hasta equivocada. Si la presencia de este impuesto frena la inversión extranjera, contrae la inversión nacional y encarece la actividad productiva, el “lucro cesante” de mantener este impuesto puede resultar mucho mayor a los USD 1.200 millones que rinde, con lo cual la economía se estaría perjudicando. Su presencia afecta mucho más de lo que rinde para las finanzas públicas. EL ISD desalienta la inversión extranjera, se debilitan las cuentas externas, se frena el crecimiento económico por el impacto nocivo en la inversión, afectando con ello la producción y el empleo.
Esta cadena de impactos lleva al desorden fiscal. Un tamaño excesivo del estado produce déficit fiscales permanentes, lo que presiona a mayor endeudamiento público interno y externo, situación que compromete las cuentas externas, pues el excesivo gasto fiscal se traduce en más importaciones, la nueva deuda encarece el servicio de intereses, se conspira contra la balanza de pagos. El menor flujo de dólares, producto del desorden fiscal, incide en la liquidez y el sector monetario se debilita. La economía pierde financiamiento, hay menos recursos para promover el crecimiento económico y el empleo.
Algunos dirán que esto depende de qué ocurra con otros factores. Es verdad, pero eso no cambia el coletazo que produce una política fiscal expansiva. Es como jugar billar a 3 bandas. Conclusión: orden fiscal y revisión impositiva.