Renato Talavera es profesor de Educación Física, pero en el programa navideño del APCH disfrutó de ser Papá Noel. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
Tardan hasta 45 minutos en estar listos. Quienes no tienen arrugas ni canas ni abdomen abultado deben esmerarse para lograr que su disfraz se vea lo mejor posible.
Quienes sí tienen esas características, solo tienen que agregar un poco de maquillaje a sus rostros para lucir mejillas más rosadas y sujetar bien sus gorros, pantalones y abrigos rojos con afelpados blancos en los bordes y sus infaltables botas negras. Algunos usan guantes blancos, pero todos se esfuerzan por lograr el “jojojo, Feliz Navidad” perfecto, con una voz grave y cálida.
Se trata de los numerosos Papás Noel o Santa Claus que por estos días deambulan por colegios, una que otra calle y varios centros comerciales. Algunos tienen un trono especial en el que esperan a niños y a adultos con quienes posan para una fotografía. Otros viajan de un lado al otro para participar en todo tipo de actividades.
El jueves 19 de diciembre, una sorpresa esperaba a los viajeros que llegaron del vuelo 751 de la aerolínea alemana KLM, proveniente de Ámsterdam al aeropuerto internacional Mariscal Sucre, de Quito.
Mientras desembarcaban, poco a poco se sumaban las voces que cantaban “prepárate ya, deja de llorar, toda la alegría está por llegar. Santa Claus ya viene a la ciudad” y de repente se escuchó un fuerte ¡Feliz Navidad! en el corredor que estaba al final de la manga.
Se trataba de un Santa que hace 26 años se disfrazó por primera vez para visitar el jardín de infantes de su hijo. Luego de tantos años de personificar a San Nicolás, ese jueves vivió por primera vez la experiencia de sorprender a viajeros, sus familiares, pilotos, azafatas… con su “jojojo”.
Su nombre es Octavio Peláez, es colombiano pero lleva más de media vida en Ecuador y dedica los diciembres enteros a alegrar a grandes y chicos con este querido personaje navideño. Esta vez, la temporada se alargará a enero, pues el Día de Reyes estará en una premiación de un centro comercial.
En esta temporada ha tenido contratos con 15 empresas y entidades, pero también ha tenido actividades en las que ha actuado no como un trabajo, sino como voluntariado.
Lenin Mendoza tiene un trono en medio de un árbol de Navidad en el Scala Shopping. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
La sorpresa en el Aeropuerto fue una iniciativa de Quiport y seis aerolíneas; planearon la sorpresa desde mediados de octubre, según Luis Galárraga, gerente de Comunicación y Prensa de la empresa.
“Estamos muy emocionados, dan ganas de llorar”, dijo la colombiana Daisy Quenoran al bajar del avión. Sintió que fue una hermosa forma de iniciar las vacaciones de Navidad en Ecuador, donde nació su hija y vive parte de su familia.
“Lo lindo de esto es la satisfacción de ver niños con un poquito de felicidad. Yo no puedo cambiarles la vida de la noche a la mañana, pero sí soy capaz de sacarles una sonrisa, algo de ternura y ponerlos a poner a pensar en familia, en amor, me siento dichoso”, dice Octavio.
Otros, como Lenin Mendoza, llevan menos años en el papel. Él lleva ocho años y en esta temporada su trabajo será por 10 días dentro de un árbol de Navidad gigante, en el Scala Shopping, en Cumbayá.
También lo han contratado para eventos empresariales y en cualquier lugar lo que más disfruta es ver “la luz en los ojos de los niños cuando brillan, su energía. No me cansa ser Papá Noel, me encanta”, dice el también actor que no solo se toma fotos con grandes y chicos sino que los escucha y les habla sintiéndose el auténtico Santa Claus.
Cuando era niño, Lenin creía en el viejito que viaja desde el Polo Norte para repartir regalos y alegría en el mundo. Por eso, ahora le hace feliz que haya niños como aquel que dibujó delante suyo una carta para que vea que la hizo solo y le dijo: “¿eres el verdadero Papá Noel? Yo creo que sí”.
Pero no todos personifican a San Nicolás por trabajo ni son actores profesionales. Renato Talavera lo hizo por primera vez este año, en la Unidad Educativa APCH. Es profesor de Educación Física, pero fue tan dulce la experiencia de ver la alegría de los pequeños al ver a un Papá Noel de frente, que afirma que volvería a disfrazarse para repetir esa magia. “Los niños se fueron fascinados y para mí fue maravilloso”.