Entre las consecuencias inesperadas de las medidas económicas y de las protestas, se ha producido la confirmación del nivel de oportunismo de algunos actores de la política ecuatoriana. Es obvio, y no se puede ocultar, que una de las claves de la acción política es el oportunismo; es parte del juego, son los momentos, circunstancias, condiciones que van dando paso a decisiones, ascensos y caídas de quienes buscan llegar o permanecer en el poder.
Pero en ciertas ocasiones el oportunismo se manifiesta como un ejemplo del poco interés de algunos dirigentes y grupos sociales por el país, por un proyecto de futuro, se apropian del discurso de la pobreza y exclusión para justificarse en la búsqueda de sus fines. Los asambleístas del correísmo, pescadores a río revuelto, pedían al presidente de la Asamblea Nacional una sesión extraordinaria para destituir a Moreno y adelantar las elecciones por tomar una medida económica que su líder defendió como necesaria en su momento; no les importó, como en muchas otras ocasiones, cambiar de discurso, de causa o de principios a defender. Desde los primeros meses del actual Gobierno le apostaron al caos y la desestabilización, pero les falló su estrategia de forma permanente; ahora entusiasmado se frotan las manos.
En Guayaquil, su alcaldesa compareció el jueves ante la prensa para presentarse como contraria a las medidas, en un discurso del siglo pasado, demostró que conocía a la perfección el manual de un populismo simplista y peligroso, presentó todo como un enfrentamiento entre ricos y pobres. Ella uso el mismo manual que cuando como legisladora fue la responsable de impulsar la llamada “detención en firme”, expresión acabada del irrespeto a los derechos humanos y de la viveza criolla más insoportable. La señora Viteri nos recordó lo que su partido hacía una y otra vez en el pasado: aprovechar las circunstancias para obtener ventajas políticas, económicas, sin medir las consecuencias para la vida nacional. Difícil olvidar su movilización para defender a ciertos banqueros que habían usado indebidamente los recursos de sus clientes lo que gatilló el feriado bancario, una crisis de proporciones de la que salieron indemnes gracias a ese oportunismo que les impide ver más allá de sus intereses.
Otros oportunistas en acción son los delincuentes que en medio de las expresiones de protesta, con las que se puede estar o no de acuerdo pero debe reconocerse como un ejercicio del derecho a manifestarse, aprovecharon para golpear, dañar, robar, saquear. Mientras que otros oportunistas querían hacer ver estas acciones, claramente delictivas, como una expresión de apoyo social a las protestas, enmascarando la violencia como expresión de un derecho legítimo. En tanto, los dirigentes del transporte hacen lo de siempre, aprovechan su poder de movilización para mantener u obtener ventajas, oportunistas haciendo ver a los demás como meros aprendices de ese oportunismo irresponsable.