El Presidente Moreno, después de prolongadas dudas, ha decidido adoptar medidas importantes para afrontar la tremenda crisis económica que heredó de su antecesor. Mucho tardó en darse cuenta de que no había recibido “la mesa servida”. Hay que reconocerle el mérito de haber cambiado la grosera prepotencia del anterior gobierno por una actitud respetuosa de las ideas ajenas, favorable al diálogo democrático.
Su anunciada cirugía para extirpar la corrupción no ha tenido ni la orientación, ni la firmeza ni, en consecuencia, la eficacia indispensables para castigar las trafasías cometidas, que diariamente incrementan la inconclusa enciclopedia de inmoralidades.
Correa esquilmó las finanzas públicas, creó un estado obeso y endeudó al Ecuador de manera irresponsable, a pesar de que le correspondió administrar la etapa de mayor bonanza financiera de la república. Sus vanidades faraónicas, la corrupción y la prodigalidad con el dinero del pueblo sumieron al país en un espejismo convertido en gravísima crisis.
Volver los ojos a los organismos financieros multilaterales y fomentar la actividad empresarial que crea riqueza y puestos de trabajo, han sido decisiones tardíamente adoptadas por Moreno. Las medidas anunciadas están en correspondencia con la seriedad de la crisis nacional. Es indispensable que el Gobierno sea convincente al explicarlas y justificarlas. El Ecuador ha perdido miles de millones de dólares al practicar una política de subsidios que distorsiona la realidad económica y fomenta el contrabando hacia los países vecinos. El desarrollo integral y sustentable requiere cambiar dicha estructura y poner en práctica otros medios para ejercer la justicia social en favor de los más necesitados. Algunos gremios, negándose a abrir sus ojos a realidades evidentes o movidos por políticos conocidos, miopes y ambiciosos, han reaccionado con violencia condenable. Para responder a la situación, el gobierno ha hecho bien al decretar el estado de excepción.
La liberalización de los precios de los combustibles producirá un impacto que deberá ser afrontado con firmeza y flexibilidad, al mismo tiempo. Exigirá nuevos sacrificios, indispensables para corregir los abusos deliberados y las equivocaciones del correismo. Hay detalles que pueden y deben afinarse mediante un diálogo pacífico y respetuoso, reconocido como la mejor herramienta para tratar las discrepancias.
Finalmente, hay que tener clara consciencia de que, para salir de la crisis que vivimos, todos estamos obligados a aportar nuestra cuota de sacrificio. Si así ocurre, solucionaremos el problema como lo hizo el pueblo de Portugal. De lo contrario, podríamos caer en el precipicio de Venezuela. El presidente Moreno ha dado un paso importante y difícil en la buena dirección y merece el apoyo general.