Elisa Devreese
Todos tenemos fechas muy importantes en nuestra vida. Nuestro cumpleaños, el nacimiento de una hija, la graduación. Fechas positivas pero también fechas negativas, como el fallecimiento de un ser querido.
Un país también tiene fechas importantes: su fundación; y fechas negativas, como el cierre de las fronteras para una nacionalidad. El 26 de agosto de 2019 es una fecha de estas: a partir de ese día, los migrantes venezolanos solo pueden entrar al Ecuador portando visa.
¿Estamos lavándonos las manos frente a los miles y miles de migrantes venezolanos? Que salen de su país no porque quieren, no porque tienen dinero para viajar, sino porque están muriendo de hambre. Porque en su país no hay atención básica en salud, porque ya no pueden vivir en esa miseria y crisis general. Y llegan al Ecuador porque somos cercanos.
En los días previos se vio en Rumichaca en Carchi y en San Miguel en Sucumbíos, colas de muchas personas esperando entrar a Ecuador antes de esta ‘bendita’ fecha. Familias con bebes en brazos y niños pequeños colgados a sus piernas, mujeres a pocas semanas de dar a luz… aguantando el inmenso frío de Rumichaca, el calor y la sed de San Miguel.
Sí, para toda la región es muy difícil asumir la migración venezolana. Pero ¿qué pasó con el país que impulsó la ciudadanía universal en su constitución? ¿El país de donde salieron y siguen saliendo muchos compatriotas en búsqueda de mejores oportunidades? ¿Qué paso con el país que está tramitando la eliminación de la visa Schengen para sus ciudadanos? Mientras pedimos la eliminación de una visa para nosotros, ¿al mismo tiempo hacemos lo contrario con otros?
En un país donde el gobierno, bajo el ojo vigilante de su Gran Hermano, se olvide del ser humano, sí se nota cuando la gente es solidaria. Se nota con familias locales que conocen, por vivencias propias o cercanas, el sacrificio de los migrantes. O con otros migrantes que han vuelto, y que antes pasaron por lo mismo: ahora son solidarios con los que están llegando: entregan comida en la frontera, comparten una habitación, regalan una cobija, una bufanda; les llevan en su carro para que el camino a pie sea más corto, les dan una voz de ánimo. Porque ellos y nosotros somos humanos. Y así la fecha se vuelve menos negra, aunque para las personas que no la alcanzan sigue siendo terrible. Porque pondrá muchas dificultades en su camino, porque no podrán acceder a los mismos derechos, porque será una gran traba en el cumplimiento de su plan de vida. Tal como nuestros migrantes lo vivieron, vienen con muchos sueños de empezar de nuevo, planes, metas, talentos, y con las ganas de seguir adelante y de luchar por un mejor futuro.
Desde siempre, y cada vez más, nuestro mundo está hecho de migrantes. Eso, ninguna fecha o decreto lo va a cambiar.