La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, acaba de visitar Venezuela.
Por fin, por no decir muy tarde, ha constatado en persona la situación calamitosa y dramática por la que atraviesa Venezuela: escasez de alimentos y medicinas, falta de empleo, inseguridad, hiperinflación y, para coronar, violaciones reiteradas a los derechos humanos de parte del régimen imperante.
Esta crisis económica y humanitaria, la cual comenzó a sentirse en 2015 y se agudizó desde el 2017, ha llevado a la salida de más de 4 millones de habitantes. Algo nunca antes visto en la historia reciente de América Latina.
Aunque Bachelet se entrevistó con Nicolás Maduro, en el poder tras las elecciones fraudulentas del 2017, y con Juan Guaidó, jefe del Parlamento y proclamado por esta misma instancia como presidente interino de la República, no hay visos solución al problema que tiene actualmente Venezuela. Sus palabras se han quedado en el diagnóstico y constatación de los hechos. Catalogó a la situación de este país como “grave”, “afecta a muchas personas”, haciendo un llamado a Maduro a que libere a todos los presos políticos.
Para consuelo de pocos e insatisfacción de miles de venezolanos Bachelet designó a un equipo de confianza para que vigile y supervise el estado de los derechos humanos en este país. Parecería que este es el “karma” que le persigue a Venezuela. La comunidad internacional y buena parte de los países de la región se horrorizan por el drama de esta nación pero no atinan hasta el momento a plantear una salida concreta.
La presión de los Estados Unidos se desinfló tras el respaldo que obtuvo Maduro de Rusia y China. Se hablaba incluso de una intervención militar de parte de Washington pero, de acuerdo a cómo ha evolucionado todo, esto está descartado. Además, las prioridades económicas, militares e internacionales de los Estados Unidos están en otros lados (frontera con México, Irán, Corea del Norte, China, etc).
Mientras tanto, Nicolás Maduro sigue dilatando las cosas y quemando tiempo. Le ha ofrecido a Bachelet que “tomará con toda seriedad sus sugerencias, recomendaciones y propuestas”. Es decir, simple retórica. Del mismo modo cuando habló de sentarse a dialogar con la oposición, de invitar a líderes políticos internacionales para que intercedan o de aceptar la propuesta de mediación de Noruega.
Sin embargo, Bachelet aprovechó para cuestionar las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano a Venezuela. Antes que evaluar como positiva la visita de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos, pienso que ha servido para reconocer a Maduro como presidente y, a la final, legitimarlo. Una pena cuando miles de venezolanos atraviesan diariamente por circunstancias realmente penosas y lamentables. Otra decepción con la diplomacia internacional.